Cualquiera que se acerque a ver Whiplash estos días pensará que va a acudir a ver una película sobre el acoso psicológico de un profesor de música a su joven alumno. Y lo verán. También esperarán ver la gran interpretación del siempre solvente actorJ.K. Simmons. Y lo verán. Y no dudarán al pensar que podrán ver el nacimiento de un joven gran actor como Miles Teller. Y lo verán. Pero que esas cosas pasen no quiere decir que nos encontremos con la película previsible y trillada que podría haber sido. Damien Chazelle ha hecho que su primera película sea como una clase queFletcher (el personaje de Simmons) ha decidió impartirnos. No en el sentido de clásico de transmisión de conocimientos sino en el sentido de una experiencia nerviosa, sudorosa e intensa. Whiplash se aleja de la cháchara psicológica para poder meternos de lleno en la acción. Si Andrew (Miles Teller) no racionaliza en casi ningún momento de la cinta (si lo hiciera la película se acabaría a los cinco minutos) nosotros tampoco podemos hacerlo. Chazelle, ayudándose de un montaje tan frenético como inteligente, nos marca los pasos hacia donde nuestros sentidos tienen que mirar y sentir. Si no podemos seguirlo es nuestra culpa, ya habrá otro bater... perdón espectador que pueda hacerlo. Cuando Whiplash se calma utiliza escenas breves o directamente elipsis, ya que Damien Chazelle no quiere perder el tiempo en explicar con palabras lo que la extraña (y perfecta para la película) mirada de Miles Teller dice por sí sola. Novia, padre, o familia son apuntes interesantes pero sólo apuntes en la partitura de Whiplash. Eso sí el director reserva lo mejor para el final. Chazelle concede a maestro y alumno unos últimos minutos de gloria. Dos personajes que han perdida la cordura (y puede que no la recuperen) se unen en unos gloriosos minutos finales de sudor, sangre, locura y música. Y, cuando acaba la película, uno piensa que quizá también se haya vuelto un poco loco mientras veia Whiplash. Buen trabajo, Damien.
El duelo entre Andrew y Fletcher realza el aspecto más interesante de 'Whiplash': su forma de observar la música como una actividad alejada de todo gozo y la espontaneidad. No como arte, sino como una disciplina de elite que aniquila la humanidad de quienes la practican
Resumir la propuesta de Damien Chazelle en una palabra es sencillo: Intensidad. Con mayúsculas. Tras presentar perfectamente a sus dos personajes centrales en apenas cinco minutos, el espectador abandona rápidamente la sensación de que todo parece un poco demasiado, porque lo que vemos no es sino una batalla entre dos monstruos a la caza de la Perfección
El cine como detonación. Tan primario, tan inteligentemente elemental. Pues bien, 'Whiplash' es eso: un golpe ensordecedor de cine. Tan primitivo como eso
No hay comentarios:
Publicar un comentario