22 marzo 2022

'Las cortinas son invencibles' en la librería Ocho y medio (Jueves 31 de marzo / Madrid)

El próximo jueves 31 de marzo (a las 19:00) habrá una presentación/charla de Las cortinas son invencibles en la icónica librería madrileña dedicada al cine Ocho y medio. Me acompañará el periodista y cineasta Samuel Alcarcón, además de todo el que se quiera pasar por allí esa tarde.  

19 marzo 2022

'Algo para recordar', treinta años después: Toxicidades entre Leo McCarey y Robert Aldrich

Uno solo quería pasarlo bien. Como aquella vez en los años noventa, sin esperar fuegos artificiales ni nada espectacular, pero tampoco sin superioridad ni una mirada condescendiente. No hay que engañar tampoco, uno tiene esa espera o curiosidad, cuando vuelve a ver una película, de comprobar cómo ha quedado la cosa tras un tiempo. Y, si el tiempo es prolongado, ocurre algo que puede llegar a ser contraproducente: tener una suerte de nostalgia realmente siniestra (como casi siempre que funciona la nostalgia, claro). Esa noche que me puse Algo para recordar el objetivo era tan simple como un sencillo disfute.  

Para ello tenía que retrotraerme a los años noventa. No la vi en cine en su momento, pero no mucho más tarde — pongamos en el 97 o 98 —, con lo cual se puede decir que la había visto en su época. Algo para recordar — qué pena que no se mantuviera o tradujera el estupendo título original (Sleepless in Seatlle) — fue un gran éxito de taquilla y crítica; el gran triunfo de la pareja Tom Hanks-Meg Ryan. Curiosamente este dúo quedó en el imaginario como una pareja mítica de la comedia romántica de los noventa, aunque en realidad solo realizaron tres películas juntos y algo espaciadas en el tiempo. La muy reivindicable Joe contra el volcán (1990) fue un fracaso de taquilla; Tienes un e-mail (1998), en cambio, aunque funcionó por el tirón de la pareja, no fue una sensación entre la crítica y el público. Con lo cual esta pareja — siempre comparada con otros duos míticos como Doris Day y Rock Hudson o Katherine Hepburn y Spencer Tracy — solo tuvo un verdadero éxito realmente, y en una película donde (spoilers, obviamente) solo coinciden en la última escena de la película. Eso sí, el éxito fue espectacular. Gran rendimiento de taquilla en buena parte del mundo, más que alta valoración de la crítica, nominación al premio Oscar para el guion de Nora Ephron (además de otros premios)...

En Algo para recordar el trío mágico que formaron Nora Ephron, Tom Haks y Meg Ryan funcionaba a pleno rendimiento. Nora Ephron, guionista lista y audaz como el demonio, dio con la tecla para saber llevar/manipular con originalidad a un público noventero ávido de comedias románticas. (Nota: ¿Algún día se podrá ver con normalidad Un día de locos?). De Tom Hanks hay poco que decir, es nuestro James Stewart. Pero más allá de eso, sus papeles netamente cómicos en los inicios de su carrera corresponden a toda una masterclass de talento, carisma y payasismo. Curiosamente, a Algo para recordar se la puede considerar en parte el fin de esta época, porque luego llegó Philadelphia... y el resto es historia. Para más información se puede mirar la lista que Kiko Vega creó para Letterboxd: Tom Hanks antes del SIDA / Tom Hanks después del SIDA. Aunque no está más de recordar que a Hanks durante un tiempo se le negó, en cierta manera, el pan y la sal de las mentes pensantes cinéfilas: demasiados Oscars, demasiado éxito, demasiado parecer buena gente... Se agradece que esa época o corriente de opinión haya desaparecido o, por lo menos, mitigado. Meg Ryan siempre es el lado más complicado del triángulo. La decadencia de su carrera, con proyectos cada vez menos interesantes o con éxito, tiene que ver con un viejo conocido: ser mujer y cumplir años. La actriz, que seguramente sea tan buena actriz como Hanks, fue marcada a fuego en la comedia romántica tras el descomunal éxito de Cuando Harry encontró a Sally... y a partir de ahí su campo de acción se redujo mucho. El nombre de Meg Ryan no decayó ni mucho menos tras Algo para recordar, ya que siguió siendo toda una estrella, pero cada año que pasaba era una paso más a su tumba cinematográfica. Errar el tiro con la comedia romántica (French Kiss), acertar el tiro con el mismo género pero sin la respuesta del público (Adictos al amor), dramas donde de lo que más se hablaba era de las relaciones turbias con su partenaire (Prueba de vida), intentos de reverdecer viejos laureles (Tienes un e-mail), remakes no muy acertados de películas europeas icónicas (City of Angels)... y sobre todo la sensación de que el campo de acción siendo mujer, al contrario que Hanks, era muy limitado; si fallas, no hay segundas oportunidades. Y, a partir de ahí, Ryan se encontró con bromas crueles sobre su rostro y sus operaciones de cirugía estética, y un oportunismo algo barato sobre las decisiones que tomó en su carrera. Porque parece ser que era un desastre que protagonizara En carne viva y hundiera así su carrera, sin tener en cuenta que lo que ocurrió es que protagonizó una película estupenda, hoy afortunadadamente reivindicada, a las ordenes de una estupenda directora. Los mismos que piensan/escriben que En carne viva es un horror cósmico que hundió la carrera de Meg Ryan (paternalismo que nunca falte) son los que aplaudirán el premio Oscar que presumiblemente ganará Jane Campion en unos días.   

Había pasado mucho tiempo, pero mis recuerdos, bastante vagos, de Algo para recordar eran agradables. Esa distancia temporal (¡casi treinta años!) hacía que prácticamente fuera a ver la película como la primera vez. Recordaba, claro, a grandes rasgos la trama: un viudo, Sam (Tom Hanks), que se traslada de ciudad porque es incapaz de superar la muerte de su esposa, contacta, por mediación de su hijo, con un programa de radio nocturno donde cuenta cómo lleva ese duelo. Entre las muchas personas que le escuchan hay una mujer, Annie (Meg Ryan), que, a pesar de estar a punto de casarse, se obsesiona con él. El hijo (un bastante ajustado y poco irritante Ross Malinger) cree que su padre necesita una mujer para salir de la situación en la que se encuentra. La comedia romántica ya está montada: la idea del amor como única salida para encontrar la luz y la estabilidad mental; aunque ese ideal romántico ni siquiera lo conozcas en persona (claro, para eso es un ideal). Por supuesto de toxicidades hablaremos más adelante.

La película estaba funcionando. La primera parte — o, mejor dicho, la primera parte de la primera parte — es bastante irreprochable, en especial en cómo se maneja, sin estridencias, con el duelo del personaje de Sam. Pero, poco a poco, algo empezaba a molestarme levemente por dentro. Primero, Sam empezaba a caerme algo gordo, cuando se supone que debía pasar al contrario, y más por el drama personal que sufre y porque lo interpreta alguien como Tom Hanks. La película son prácticamente dos historias en paralelo: la del personaje de Hanks y la de Ryan. En el otro lado, en el de Meg Ryan, no hay tantos problemas, quizá porque su parte es descaradamente más caricaturesca. Por ahí aparecen el prometido de Annie, Walter (Bill Pullman), un tipo estupendo, el hombre ideal, aunque con algún defecto físico como tener alguna alergia que otra (lo que convenientemente le aleja de la perfección). Y la mejor amiga de Annie, Becky (Rosie O'Donnell), lenguaraz y sin pelos en la lengua, que para eso están las mejores amigas, que le empuja a olvidar el sentido común y seguir ese “impulso amoroso”. Por supuesto que “el lado Ryan” también es de derribo, pero su parte más sainetera, y lo bien que está Meg Ryan, hace que se disfrute sin muchos miramientos. Pero algo sigue ahí, por dentro.

En un momento de la película una pareja de amigos de Sam, Greg (Victor Garber) y Suzy (Rita Wilson), le hacen una visita. Sentados a la mesa, Suzy recuerda el final de la mítica película de Leo McCareyTú y yo (la versión de 1957), que, por razones obvias, siempre está presente en Algo para recordar. En una estupenda interpretación, Rita Wilson — como todos saben, mujer de Tom Hanks — recrea emocionada  y entre lágrimas (atención spoilers) cuando en la película el personaje de Cary Grant descubre que no ha podido ir a su cita en el Empire State Building con Deborah Kerr porque se ha quedado paralitica tras sufrir un accidente acudiendo, precisamente, a esa misma cita. Después de escuchar a Suzy, tanto Sam como Greg estallan en carcajadas y reinterpretan la misma interpretación del personaje de Rita Wilson, por medio de lágrimas falsas, pero con la película Doce del patíbulo. A excepción de lo bien que está Rita Wilson, la escena resulta irritante, molesta y larga, donde Tom Hanks, y mira que es difícil que eso pase, ahonda en lo mal que estaba cayendo su personaje, además de pensar que el siempre eficiente Victor Garber es un miscasting de manual. Aunque cabe preguntarse, ¿por qué causaba tanta irritación un breve momento en una comedia noventera romántica, por muy famosa que esta fuera? ¿Había algún cambio en estos treinta años que hubiera provocado esto? ¿O es un simple caso de piel fina?


 

La “rancior” de ese momento de Algo para recordar es evidente. Se adjudica a Tú y yo la categoría de “película de chicas”, cuyo objetivo es hacer llorar a las mujeres, que son seres blandos y sensibleros (por tanto inferiores). Doce del patíbulo es, en cambio, una película de hombres, que son tipos duros y ajenos a las lágrimas, protectores de esas mujeres (por tanto superiores) que acaban llorando por cualquier nadería. Un enfrentamiento, además, entre dos clásicos indiscutibles del cine norteamericano; dos obras que cualquier persona, animal o cosa podría ver cientos de veces sin cansarse. Y sí, esta escena la ha escrito una mujer. Pero, ¿por qué tanta molestia? No tengo una máquina del tiempo, pero me imagino a mi mismo viendo esa misma escena hace treinta años y, seguramente, disfrutándola, esbozando una sonrisa o, por lo menos, no causándome ningún tipo de malestar. Afortunadamente, el mundo ha cambiado y los códigos son otros. No está mal que en las películas, aunque sean ficción, hayan cosas que te “molesten” porque no se adecuen a tu forma de ser o pensar. Eso no quiere decir que no se hagan cosas, que exista una especie de autocensura, porque, por mucho que se diga y repita, en los tiempos actuales se puede hacer, y en realidad se hace, de todo. Es más, me atrevería a decir que, en parte gracias a una democratización tecnológica, vivimos en uno de los tiempos de mayor creatividad. Otra cosa es que al que crea le afecte sobremanera la opinión de los demás hacia lo que crea. Seguro que a Nora Ephron, que de esto sabía un rato, le pareció una escena realmente divertida, o por lo menos inofensiva, cuando la escribió.

Pero hay algo incomodo en la “molestia” que produce esa escena. Uno se acaba preguntando si con el paso del tiempo uno no se acaba convirtiendo en una persona inflexible y de piel fina. Porque esa escena acabó contaminando casi todo el resto de lo que, no nos engañemos, una película que está bien. Pero, al final, uno no se acaba quedando con lo bien que Ephron escribe, o con ese final estupendo en el Empire State Building, por muy irreal y absurdo que sea, sino con la maldita escena de marras. A lo mejor esa supuesta “inflexibilidad” no es algo negativo, puede que sea un crecimiento personal. Porque, aunque hay una ola creciente de conservadurismo extremo, los jóvenes van a ser mejor y más tolerantes que lo que eran sus padres... o eso espera uno. Quizá el problema esté en la propia comedia romántica, uno de los grandes géneros del cine que también es uno de los más complejos. La comedia romántica ha tenido que convivir siempre con una suerte de toxicidad, algo que, nos guste o no, se podría decir que va en su ADN. El amor — heterosexual y entre personas blancas — llega entre dos personas opuestas en donde la rebeldía de la mujer se confunde con histerismo — rebeldía que acabará siendo aplacada por el hombre transformándola en una especie de sumisión —, y en el lado masculino el hombre mostrará que su dureza puede verse puntualmente rebajada para lograr “conquistar” a una mujer. Obviamente esto es injusto, de las miles de películas que la comedia romántica nos ha regalado hay cientos y cientos de variaciones. Pero no se puede negar que es un género que ha podido traer/normalizar unos modelos de conducta peligrosos o tóxicos para las relaciones sentimentales. La propia Ephron jugó con la idea de que los hombres y las mujeres no podían ser amigos sin haber atracción sexual entre ellos cuando escribió Cuando Harry encontró a Sally, siendo una de las ideas más perniciosas y peligrosas que ha podido dar cualquier obra de ficción. Al final, la comedia romántica casi es un género político.

En Algo para recordar tanto Annie como Sam tienen pareja durante algún momento de la película. Las dos parejas, curiosamente, tienen algún defecto aparentemente menor: la de Annie la alergia anteriormente mencionada, la de Sam una risa molesta. Con lo cual son dos modelos defectuosos que no aspiran al modelo de amor perfecto, sea lo que sea eso, que se merecen tanto Annie como Sam. Porque ellos son atractivos, inteligentes y exitosos, no merecen menos que una especie de pureza romántica; una pureza que será una constante en la comedia romántica. En realidad, Walter, la pareja de Annie, debería ser perfecto: un tipo con éxito, atractivo y buena persona. Pero Ephron nos coloca esa alergia casi al principio para avisarnos que los errores, aunque sean mínimos, se pagan. El caso de Sam es más agravante porque es su hijo el que le avisa que ese defecto ("se rie como una hiena") no es aceptable; alguien externo pero cercano para encauzarle “por el buen camino”.  Su padre le dirá que “no todo el mundo es perfecto”, aunque, por supuesto, no será con ella con la que acabe en la película. En cambio, tanto Annie como Sam, acabarán creyendo en un ideal fantasmagórico  del amor enamorándose de alguien a quien, en realidad, no conocen, pero que en sus mentes consideran que son la pureza. Incluso la película, para tener el lote completo, juguetea con la idea del amor a primera vista (!!!).

Los noventa, la época de Algo para recordar, fueron una época extraña, con el mundo intentando, sin saberlo del todo, acomodarse a lo que venía. La película de Nora Ephron fue una de las películas más exitosas de esa década siendo muy hija de su tiempo, por eso, de alguna manera, extraña, incomoda y fascina verla con los parámetros actuales, porque al final uno no sabe si le ha gustado o le ha horrorizado. Además, quizá la comedia romántica de los noventa u ochenta contenga más elementos problemáticos que la de los años treinta y cuarenta. La comedia romántica no ha muerto, sigue y seguirá existiendo porque el cine la lleva dentro. Aunque la mirada es otra — quizá más con la mirada puesta en la gente joven —, con afortunadamente multitud de variaciones del esquema conocido, además de alguna anomalía como, por ejemplo, Cásate conmigo — demostrando que Jennifer Lopez sigue a lo suyo independientemente de cómo se mueva el mundo  —, el romance cómico sigue estando presente. Está en la mano de los creadores no seguir alimentando toxicidades,  además de hacer recreaciones más igualitarias y, esperemos, que más realistas. Y quizá también los consumidores no debamos tomarnos todo “tan en serio” mirando con lupa cada escena o frase que vemos (o sí).

Tras Algo para recordar Tom Hanks se dispuso para pasar de actor exitoso a icono del cine norteamericano. Nora Ephron se dispondría a tener un tremendo fracaso con Un día de locos, no tardando en volver a la formula conocida (Tom Hanks y Meg Ryan no se conocen pero se acabarán enamorando) en Tienes un e-mail, no volviendo a conocer un éxito como el de Algo para recordar. Meg Ryan, seguramente sin sospecharlo, iba a ir desapareciendo paulatinamente de la industria cinematográfica. Estaba claro que, independientemente del talento de Hanks y Ryan, el destino de la actriz parecía marcado de antemano. En el plano real, la industria no entiende de romances idealizados.

Quizá Algo para recordar merezca un nuevo experimento: verla, si seguimos vivos, dentro de diez o quince años. Puede que pase algo tan inesperado como el amor que surge entre Tom Hanks y Meg Ryan, y la película se vuelva actual, moderna e incluso vanguardista. Porque el mundo está girando a una velocidad tan increíble que los parámetros cambian cada cinco minutos. O quizá hayamos dado la espalda a la desigualdad y la toxicidad, pudiendo verla con una sonrisa por su ingenuidad. Lo único que está claro es que la infame escena de Tú y yo contra Doce del patíbulo seguirá siendo aberrante. Porque Tú y yo y Doce del patíbulo están por encima de cualquier cosa.

05 marzo 2022

/ VR144 / Theremin

Hay música creada para productos audiovisuales que inmediatamente nos evoca algo: un sentimiento, una sensación, un misterio... La música de Nino Rota para El padrino, la de Mark Snow para Expediente X, la de Bernard Herrmann para Psicosis... hay cientos de casos. Caso aparte merece la música creada por un instrumento singular y casi mágico: el Theremin. Los sonidos ululantes creados por el instrumento que no se toca nos evocan al misterio que acompañaba su sonido: las películas de ciencia ficción y terror de los años 40 y 50. Pero eso no quiere decir que su sonido haya desaparecido; al revés, está muy vivo.

Creado en el año 1920 por el científico y músico Léon Theremin, el instrumento es un emisor de campos magnéticos que convierte en señal acústica la alteración de los mismos, pudiendo crear música solo con el movimiento de las manos. Este aparato no fue la única creación de Theremin: ahí está el Rhytmicon, creada junto a Henry Cowell, una de las primeras cajas de ritmos de la historia. Pero el Theremin, por lo menos a nivel popular, está por derecho propio en la historia. Ahí está el ejemplo de maestros como Miklós Rózsa o Bernard Herrmann, que dieron un histórico uso en obras como Recuerda o Ultimátum a la tierra.

Como se ha dicho antes, el Theremin no ha desaparecido. Un claro ejemplo lo tenemos en el música Javier Díez Ena. Es complicado resumir la carrera de Díez Ena en unas solas líneas. Miembro de las bandas Dead Capo, L'Exotighost, Ginferno y Forastero; estuvo en las bandas de Ainara LeGardon y Aaron Thomas, además de colaborar con músicos como Javier Colis, Wild Honey, Standstill... entre otros muchos. Pero, Javier Díez Ena, es un enamorado del Theremin, instrumento que descubrió en 2004. Con él ha publicado tres discos: Theremonial, Theremonial 2 y el más reciente Therematic. Además ha impartido talleres, participado en bandas sonoras y dado conciertos. El próximo 7 de junio de este año estará actuando en la sala Razzmatazz de Barcelona, dentro del Primavera Sound.

El programa Vivir Rodando 144, con la participación de Javier Díez Ena, se adentra en el misterioso, fascinante y algo desconocido mundo del Theremin.  
 
► Para escuchar o descargar el programa pincha en: iVoox | Apple Podcasts | Spotify

01 marzo 2022

Resumen 2022 (Febrero)

 PROGRAMAS VIVIR RODANDO 2022 (febrero)

Programa 144 (Espíritu sagrado: Una mirada desde Elche)

Invitados: Chema García Ibarra, Leonor Díaz, José Cámara y Ángeles Gómez

  VISIONADOS 2022 (febrero)

Estrenos en España 2022 (destacadas/recomendadas)  


 

 

 

 

Drive My Car (Doraibu mai kâ, Ryûsuke Hamaguchi, 2021)
Un polvo desafortunado o porno loco (Babardeală cu buclucsau porno balamuc, Radu Jude, 2021)

No estrenos en España 2022 (destacadas/recomendadas)

8 mujeres (8 femmes, François Ozon, 2002)
Diego Maradona (Asif Kapadia, 2019)
El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, Wim Wenders, 1987) 
El diablo probablemente (Le diable probablement, Robert Bresson, 1973)
El monstruo de las bananas (Schlock, John Landis, 1973) 
El pequeño príncipe (The Little Prince, Stanley Donen, 1974) 
El rey de Marvin Gardens (The King of Marvin Gardens, Bob Rafelson, 1972)



 

 

 
 

Japón bajo el terror del monstruo (Gojira, Ishirô Honda, 1954)
La lluvia del diablo (The Devil's Rain, Robert Fuest, 1975)
La mujer que escapó (Domangchin yeoja, Hong Sang-soo, 2020)
Madrid (Basilio Martín Patino, 1987)
Maixabel (Icíar Bollaín, 2021)
Nénette et Boni (Claire Danes, 1996)
Parents (Bob Balaban, 1989) 
Subway (En busca de Freddy) (Subway, Luc Besson, 1985) 
Tommaso (Abel Ferrara, 2019)
Zombi Child (Bertrand Bonello, 2019)

Regreso a la zona de confort

Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, George Clooney, 2005)
El quinteto de la muerte (The Ladykillers, Alexander Mackendrick, 1955)
Femme Fatale (Brian De Palma, 2002)
Lifeforce, fuerza vital (Lifeforce, Tobe Hooper, 1985)
Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010)

  LECTURAS CINEMATOGRÁFICAS 2022 (febrero)

A propósito de nada: Autobiografía (Apropos of Nothing, Woody Allen, 2020)

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Cine español en relieve, cosecha de 1953 (Sr. Feliú, Documentitos de un indocumentado)
Desnudos exigidos por la unidad total del film (o no tanto) (Sr. Feliú, Documentitos de un indocumentado)
Lina Romay (1954-2021), 10 Years Later... (Robert Monell, I'm in a Jess Franco State of Mind)  
Luis Buñuel y la masonería (por Amparo Martínez Herranz) (Jordi Xifra, En torno a Luis Buñuel)

Todos los artistas de Fernando Fernán Gómez (podcast) (Documentos RNE)


Death Warrant (Kiko Vega, Letterboxd)
• Domangchin yeoja (Jaime Lorite, Letterboxd)
Drive My Car (marcelo, Letterboxd)
Entre tinieblas (Sean Baker, Letterboxd)
Maixabel (Kiko Vega, Letterboxd)
Maixabel (Jaime Lorite, Letterboxd)

  EVENTOS CINEMATOGRÁFICOS 2022 

Marzo: Presentación del libro Las cortinas son invencibles en la librería Ocho y medio (Madrid) (Jueves 31 de marzo / 19:00)