22 junio 2010

Opiniones de cine: Cine e historia en La Misión (I), por Patrick Vidal

La película La Misión funciona como lo que es, una película. Esto sucede como suele suceder en muchos casos por una serie de motivos: una buena historia adaptada a lo que se convierte en un buen guión; una buena interpretación por parte de los actores, indiscutible en La Misión simplemente nombrando a Jeremy Irons y Robert De Niro, dos actores ya maduros en su carrera; obviamente una buena dirección de un buen director que viene de ofrecer en su primera película una obra maestra como Los Gritos del Silencio; y dos factores fundamentales: la fotografía de la mano de Chris Menges y la música de la mano del maestro romano Ennio Morricone. Tanto una como otra parcela artística dentro del filme están sobresalientes y son los verdaderos ensalzadores del largometraje. El proceso evangelizador se da mediante la música (la flauta del padre Gabriel, que se entremezcla de forma no agresiva con la cultura guaraní). Los paisajes de la jungla dentro del contexto natural que suponen las aguas de las cataratas de Iguazú son espectaculares. La naturaleza es testigo directo de lo que acontece allí, y de hecho puede salir seriamente perjudicada por la ocupación de las fuerzas imperiales.



Por consiguiente a todo lo que se acaba de nombrar La Misión posee todos los ingredientes para ser una gran obra majestuosa en cuanto a lo meramente cinematográfico. Si entráramos en detalle en cuanto al guión nos daríamos cuenta de que no es un guión trepidante, no es un guión genial, pero está bien hilado y posee seriedad y elegancia para solventar con creces el papel que le corresponde. Con las interpretaciones ocurre algo muy parecido, son interpretaciones correctas, no excesivamente voluptuosas, y no ejercen un papel derrochador en cuanto a lo que se le presupone que es una grandísima interpretación, pero cumple con su cometido: correctas interpretaciones venidas de grandísimos actores, venidas de, eso sí, genios de la interpretación, por lo que en esta faceta cumplen con su trabajo con creces. Podríamos decir exactamente lo mismo de la dirección por parte de Joffé. Por tanto es en la fotografía y en la música donde no sólo se cumple, sino que se rebasa el cometido de estas elevando a la película a grados más altos de los que en realidad poseería si no hubiese tenido a su servicio Roland Joffé a estas dos personas fundamentales en La Misión, Menges y Morricone.

En cuanto a la complementación entre cine e historia podríamos decir que La Misión es un film válido que proporciona una perspectiva, en consecuencia, válida. Se han podido observar otras películas como La Conquista del Paraíso (The Conquest of Paradise, 1992) o Gladiator (Gladiator, 2000), ambas de un gran director, Ridley Scott, en las que cine e historia no se complementan correctamente, ya que son filmes que si bien pueden funcionar como película, no pueden funcionar proporcionando una perspectiva histórica debido a la deformación clara y manifiesta que se hace de la historia, de los hechos, algo que no es malo que suceda, ya que se declaran descaradamente ellas mismas dejando claro que simplemente son películas, pero que no son válidas desde el punto de vista histórico. Y es que con esto se debe tener excesivo cuidado, y hay que saber diferenciar entre películas que proporcionan mero entretenimiento y películas que son capaces de aportar, además de eso, otras cosas, como es ofrecer desde el punto de vista histórico una perspectiva válida. Y ¿por qué La Misión proporciona una perspectiva válida para la historia? Por lo que se ha comentado antes de forma escueta: porque La Misión, si bien no es rigurosa en cuanto a lo exactamente sucedido en aquellos años en esa zona fronteriza entre el Brasil (del imperio portugués) y el Paraguay (del imperio español), sí que es fiel a muchos de los comportamientos políticos, sociales y económicos de aquellos tiempos. Es fiel a muchos de los comportamientos, por ejemplo, de la diplomacia de la Iglesia, de la de los Imperios coloniales, y fiel a muchos de los comportamientos de los jesuitas y de los indígenas guaraníes. También es fiel a una época en la que se comerciaba con esclavos, se utilizaba la espada y habían asesinatos basados en el los celos o la deshonra, algo que, por otra parte, ha sucedido y sucederá siempre, aunque en la película se plasma de forma muy adherida a una época concreta. La historia y los personajes son veraces, y como la historia y los personajes son veraces y tratan una época del pasado, La Misión sirve a la historia, funciona como perspectiva histórica, es útil históricamente hablando, siempre teniendo en cuenta que el cine es una representación de la realidad que muestra una realidad distinta a la que fue, puesto que el cine siempre es ficción.

* Primer post sobre un monográfico que Patrick Vidal hace sobre la película La Misión, de Roland Joffé. Patrick Vidal es creador y conductor del programa El bueno, el feo y el malo

14 junio 2010

Interpretaciones de cine: Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter (Manos peligrosas). Gente imperfecta en una película perfecta

En los títulos de crédito de la rotunda obra maestra de Samuel Fuller, Manos peligrosas, podemos observar los tres nombres que inundaran la pantalla durante los apenas ochenta minutos que dura el film. Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter. Si Manos peligrosas ha pasado a la historia como una joya del cine negro por la dirección de Fuller su porcentaje de recompensa deberían tenerla estos tres actores que transmiten perfectamente los claroscuros de unos personajes marcados por los bajos fondos.

Un carterista que se juega ir a la cárcel para toda la vida (Widmark), una mujer sin oficio ni beneficio que vive de favores a los demás (Peters) y una confidente que se gana la vida vendiendo información para poder ganar su funeral (Ritter) son los protagonistas de la historia. Y no hay más. Porque tanto los policías como los comunistas son meros comparsas e instrumentos necesarios para hacer avanzar la historia. Los “héroes” de Manos peligrosas son gente que, por circunstancias, ha tenido que vivir en el subsuelo de la suciedad, sobreviviendo en un entorno hostil mientras intentan ejercer el menor daño posible. Por eso nadie puede exigirles que hagan “esfuerzos patrióticos” (por el film que es el macguffin de la película) ya que nadie nunca hizo nada por ellos. Widmark, Peters yRitter ponen corazón, cabeza y rostro humanizando a personajes que son demonizados por una clase alta que sólo acepta los delitos que ellos cometen. Delitos de traje y corbata, a veces, los más repugnantes de todos. Estos personajes te llegan a hacer entender que quizá es mejor confiar en alquien que te puede robar la cartera que en otro que te robará todo el dinero desde la mesa de un despacho.



Widmark nació con el rostro de quien ha vivido mucho en poco tiempo. Por eso a su carterista Skip McCoy sólo se le necesita mirarle los ojos para comprender porque se dedica a robar carteras siempre dentro de su propio código de honor (“Nunca he llevado un arma”, dice). Peters parece que tiene el personaje más complicada. Una mujer poderosamente atractiva que simplemente “hace lo que le dicen” hasta que decide hacer lo que a ella le parece correcto con fatales consecuencias. Igual que Ritter, actriz que se dedicó a robar escenas a las estrellas principales allá donde fuera (La ventana indiscreta, Confidencias a medianoche...) . Vende información de sus “colegas” delincuentes a la policía o (a quien pueda pagar por ella) sabiendo que ellos se lo perdonaran (“sólo se enfadaría si le vendiera barato”, dice Ritter) Su muerte buscando el descanso definitivo pasará a la historia del cine. Los tres son personajes con defectos que han sobrevivido como han podido pero con una característica: el honor. Cuando llega el momento deciden imponer un código personal e intransferible para protegerse entre ellos. No por hacer el bien sino porque saben que entre personajes desclasados sólo cabe unirse ya que nadie va a ayudarles. El honor que no tiene que ver ni con las banderas ni con los himnos sino con las personas que demuestran su verdadera valía en los momentos más duros. Y para mostrar a estos personajes que mezclan el delito, la dureza,, la valentía y, lo repito, el honor, Sam Fuller no pudo encontrar a tres actores mejores que Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter. La victoria de los desclasados.

03 junio 2010

Música de cine: A mighty wind. El imbatible folk según Christopher Guest y compañia

El folk. Con sus guitarras, sus raíces, sus letras inspiradoras que muchas veces tenian un gran componente su social. Woody Guthrie, Karen Dalton o, incluso, Bob Dylan en su vertiente clásica o Devendra Banhart y Joanna Newson en el nuevo y talentoso folk que se hace en estos dias. Un genero sin el cual no se podria comprender ni la música moderna ni el folk ni el rock ni nada. Es algo tan universal y profundamente norteamericano que lo normal era que cayrera en las inteligentes garras de Christopher Guest y su interminable y talentoso sequito de actores (Eugene Levy, Parker Posey, Fred Willard, Catherine O' Hara, Michael McKean, Bob Balaban... imposible decirlos todos)

A mighty wind es una pura comedia Christopher Guest y compañia (Very Importan Perros, For your consideration...) Una especie de falso documental donde se retrata el comportamiento de varios personajes en un contexto determinado. En A mighty wind la excusa es el concierto de homenaje a un productor que van a realizar tres grupos folk. Guest acerca su mirada a los diferentes estilos del folk que había a principios de los sesenta. El folk más amable e indoloro, el más cercano a las raíces USA y el más sensible. Por supuesto todo es una excusa para acercarnos a unos personajes delirantes y surrealistas como lo son los hereos de las películas que firma Christopher Guest. A wighty wind tiene ese tono que alguen podria identificar como una mezcla del humor de The Office o, incluso, Woody Allen. Pero Guest es único.
 
En A mighty wind comprobamos el tono oscuro que hay dentro de cualquier cantante / grupo de folk, siempre bordeando el ego, la locura o lo absurdo (esa pareja maravillosa que forman los imprescindibles Eugente Levy y Catherine O'Hara) Pero la película también esa una carta de amor a ese estilo musical que nunca muere y es capaz de llevarnos a las emociones más profundas con muy pocos elementos (sólo hay que ver la canción final del concierto-homenaje). El folk, un estilo a contracorriente con estos tiempos que lucha por sobrevivir contra la incomprensión de algunos (“no nos gusta el folk, somos relaciones públicas”, dice uno de los personajes). A mighty wind no es ni más ni menos que otra comedia inteligente, irónica y singular de un genio incomprendido llamado Christopher Guest. Pero además es una reivindicación de un tipo de música como el folk que es tan poderosa que nunca morirá. Igual que los films de Guest. Geniales y dispuestos a ser degustados para quien se pare a escucharlos.