19 mayo 2015

Negociador:
Gente es gente

Si Negociador se hubiera estrenado hace unos años habríamos tenido una de estas polémicas tan absurdas que a este país le gustan tanto. El director hubiera sido portada en unos medios como “amigo de los terroristas” y en otros como un “mal vasco que vive en Madrid”. Sin olvidar esos editoriales coléricos que llegarían a la conclusión que Negociador tiene tan baja calidad cinematográfica como moral. Aunque, como todos sabemos, ninguno de los que hubiera redactado esos textos habría visto la película. Pero que Negociador nos haya llegado de forma tan plácida sólo puede ser una buena noticia, ya que demuestra que este país está en otra fase de su historia reciente respecto a la violencia. Pero, por otra parte, su estreno relajado y discreto ha hecho que una película tan sencilla en su forma como compleja en su fondo haya pasado sin provocar todo el ruido que merecería. Porque Negociador, de Borja Cobeaga, es una de esas películas que cuenta muchas cosas, muy bien y en muy poco tiempo.

• Ramón Barea: Un hombre bueno y humano. La película se basa (muy) libremente en las conversaciones que el político Jesús Eguiguren mantuvó con la banda terrorista ETA en el año 2005. Hay que subrayar el muy. A Cobeaga no le importa recrear un contexto histórico, lo que le importa es la situación. Décadas de dolor, violencia, miedo y espanto intentado ser solucionadas entre las habitaciones de un pequeño hotel francés. Y todo ello comandado por un ser bueno, desastrado y (terriblemente) humano como es el personaje que borda Ramón Barea. Y esa es otra cuestión, ya ha merecido la pena la existencia de Negociador por ver una película cuyo protagonista absoluto es Barea. Una gozada.

• Hablar es difícil. Lo fácil es ejercer violencia. Y ya estamos entre esas cuatro paredes donde Negociador pretende hablar de lo inmenso desde lo minúsculo. Y ahí llega el veradero conflicto: la absurda batalla del lenguaje. Dialogo contra negociación, pueblo vasco contra Euskal Herria... al final la lucha es puramente semántica, una palabra colocada en una frase puede significar una victoria. Aunque en ese caso la victoria es simplemente evitar que el diálogo no llegue a su fin. Y todo aderezado con un mediador que no sabe castellano y una traductora (gran Melina Matthews) preocupada por su conflicto personal y laboral. La violencia solucionada entre cafés y repostería. El absurdo humano a través del (no) entendimiento.

La película de Borja Cobeaga es un ejemplo sobre cómo contar lo más grave y extraordinario de la forma más sutil y delicada

 • “La gente es gente”. En el diálogo que establecieron, el periodista Luis R. Aizpeolea y Borja Cobeaga, en El País el primero avisaba: “Y sospecho que a él (Rubalcaba) no le va a gustar la película. Bueno, a él y a la derecha, porque van a decir que humaniza a alguien como Josu Urrutikoetxea (Josu Ternera)”. Y Cobeaga respondía: “Es difícil humanizarlo, bueno en realidad es que la gente es gente”. Negociador no busca hacer simpáticos a los terroristas. Sencillamente porque no lo son. Pero, como todos, son humanos. “La gente es gente”. Jokin (como siempre fenomenal Josean Bengoetxea) y Manu Aranguren (Ramón Barea) hacen sus rutinas, intentan arrimar el asco a su sardina en la negociación, se muestran confundidos en el proceso y, al final, sólo desean acabar de una vez. Cobeaga no los equipara pero si los muestra como los que son: dos personal buscando un final, que será incierto y poco satisfactorio, en un triste hotel lejos del hogar.

 • Sutilidad y melancolía. Que nadie se lleve a engaño, Negociador es una comedia. Pero, muchas veces,  la comedia suele encontrarse más cómoda en la  melancolía que el propio género dramática. Hay permanentemente en Negociador un clima de tristeza, soledad y fracaso que acompaña a estos personajes que han tenido que llevar a sus espaldas toda una vida acompañada por la violencia. Heridas que no se ven de forma explícita sino que el espectador puede encontrar en las miradas y gestos. Todo esto es gracias al trabajo en la dirección y escritura de Borja Cobeaga y a como, un reparto en estado de gracia, ha sabido interpretar lo que se debía hacer. Por ello sólo un rostro como el de Ramón Barea podía ser el protagonista de Negociador.

• Contar mucho en muy poco tiempo. Negociador sólo dura 80 minutos. Aun asi, la película habla sobre amistades rotas, conflictos laborales, política, terrorismo, política, dinero, España, perdón, Euskadi... Todo gracias a lo que podríamos llamar un cierto ‘toque Cobeaga’ (y que me perdone Lubitsch) al componer, en la escritura y la dirección, escenas sutiles y tranquilas sin subrayados innecesarios. Para muestra la escena donde Nagore Aranburu le pone la corbata a Ramón Barea. Años de dolor resumidos en un simple gesto.

Borja Cobeaga está disfrutando del tsumani que vino (8 apellidos vascos) y vendrá (9 apellidos vascos). Y, en las entrevistas, seguirán preguntándole sobre  si vio venir el fenómeno o si va a cobrar en porcentaje de taquilla en la segunda parte. Pero, que no pase desapercibido, que en medio del huracán ‘apellidesco’,  Borja Cobeaga ha dejado una pequeña película que sobrevivirá a cualquier fenómeno. Negociador esa maravillosa comedia melancólica que se permitía acabar con un pequeño halo de esperanza en el género humano. Y, encima, suena Triángulo de Amor Bizarro.   

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