27 mayo 2008

Opiniones de cine: Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, por María Garcia


















 

Llevan semanas promocionándola. La vuelta de Harrison Ford como Indiana Jones había levantado expectación tanto en el público, que deseaba volver a ver las aventuras del arqueólogo más famoso del cine; como de la crítica y los medios, que esperaban ver el nivel de la cuarta entrega de la saga.


Repiten puestos George Lucas en la producción y Steven Spielberg en la dirección, así como Harrison Ford en el papel protagonista, quien vuelve a uno de los papeles que le encumbró, junto con el mítico Han Solo de Star Wars. Esta vez viene acompañado por el joven Shia LaBeouf, protagonista de Transformers y una de las jóvenes promesas de la meca del cine, que realiza el papel del hijo de Indiana. Por último, los malos de esta entrega están capitaneados por Cate Blanchett, ganadora de un Óscar por su papel en El Aviador.

Y si bien los espectadores esperábamos otra entretenida aventura made in Spielberg, nos encontramos con un film que cualquiera hubiera podido hacer. Queda claro al ver la película que esta cuarta parte está concebida como el éxito taquillero que va a ser, es decir, como un método rápido de ganar dinero.

La película comienza con el secuestro de Indiana Jones por un comando ruso que asalta un cuartel secreto en medio del desierto de Nevada. Indy consigue escapar (incluso de una explosión atómica) y se encuentra con, Mutt Williams, el hijo de su viejo amigo Harold Hoxley (John Hurt), que le pide ayuda para liberar a su madre, secuestrada por los rusos. Ahí comienza su viaje en Perú, que les llevará a descubrir la tumba de Francisco de Orellana, y una extraña calavera de cristal. Hasta ahí, todo bien. Pero después comienza la serie de despropósitos. Una persecución tras otra, incluyendo una espectacular a bordo de vehículos anfibios, que culmina con el descubrimiento de El Dorado, y que la calavera pertenece a unos…extraterrestres. Finalmente, Indiana consigue devolver la calavera y los extraterrestres parten en su platillo volante (¿?). Para poner la guinda, Indiana Jones se casa con Marion Ravenwood, la madre de Mutt, en un final totalmente cutre.

Los efectos especiales son, como no cabía de otra manera, impresionantes. Otra cosa es que queden creíbles. Porque las acciones protagonizadas por Harrison Ford son demasiado para un profesor de 65 años, por muy Indiana Jones que sea. Por otra parte, la película está llena de guiños a las otras tres partes de la saga, pero de una manera muy burda, como fuera de lugar. No había necesidad de emplazar al Arca de la Alianza en el mismo cuartel que los rusos asaltan, o el mismo papel de Marion, que parece metido con calzador para hacer recordar a los fieles de la saga. Por supuesto, el momento más surrealista de la película es cuando se empieza a insinuar que los propietarios de la calavera son extraterrestres; momento que culmina con la destrucción del templo por la huída del platillo volante. Quizás Spielberg creyó que estaba rodando la segunda parte de Independence Day, pero la aparición de los aliens en la película queda igual que si el Chikilicuatre actuase en el Palacio de la Zarzuela: fuera de lugar.

Las únicas escenas que, personalmente, salvaría del film son cuando Indiana Jones y Mutt Williams se encuentran en el cementerio de Perú, intentando encontrar la calavera; y la escena de las hormigas gigantes, muy entretenida, aunque con una lucha demasiado larga por parte de Jones y el gigantón ruso. En cuanto a los actores, Harrison Ford está fuera del papel. Los guiños, acrobacias y poses de seductor no quedan bien a cámara. Todo lo contrario que Shia LaBeouf, que le da frescura al filme y reencarna el espíritu de las primeras películas. También sobresale Cate Blanchett, muy creíble en su papel de mala.

En definitiva, la nueva entrega para recaudar fondos podrá gustar a aquellas personas que no sean seguidoras de las otras tres partes. La película está a la altura de otras de acción, como La Momia, pero no llega a fascinar como las otras tres entregas, que hicieron que una generación se enganchara a la arqueología.

*Maria García, es estudiante de periodismo de la UMH

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