10 agosto 2013

Un juguete grandioso



Pacific Rim
(Pacific Rim)

Una película de Guillermo del Toro | Estados Unidos | 131 minutos


©PacificRimMovie
No es cuestión de volver a dar la "matraca" sobre que el momento (aparentemente) crucial que vive el cine pero el estreno de Pacific Rim no podía llegar en momento más adecuado. En tiempos de debate sobre si las pantallas desaparecerán para dar paso a un consumo más casero que llenan cientos de páginas físicas y web aparece como surgido de las profundidades del océano la nueva película de Guillermo del Toro. Una película tremendamente cara que en realidad mira de refilón (y a veces de cara) a un cine más clásico, épico y que busca una complicidad con un espectador que debe liberarse de prejuicios antes de verla. Porque dentro de su armatoste de blockbuster esconde un corazón tan puro que hace que sea una película tan arriesgada como el cine de autor más experimental. Robots contra monstruos, esa sería la síntesis más sencilla de Pacific Rim. Seguramente el espectador más perezoso quiera huir con una premisa de apariencia sencilla pero que Guillermo del Toro ha convertido no sólo en un espectáculo sino en una obra (curiosamente) humana, sensible y con una intuición para lograr un asombro cómplice con el espectador. Pero para los que somos entusiastas de las películas Hellboy no es algo que pueda sorprender sólo que todo ese mundo lo ha llevado a otro nivel.

Orgullosa deudora de las películas Godzilla la cinta se enmarca  coherentemente ,en su mayor parte, en un entorno asiático (Hong Kong) lleno de edificios gigantes y luces de neón dispuestos a ser arrasados por robots y monstruos. Pero en una película inmensa del Toro encuentra su mejor aliado en lugares infinitos o profundos como el mar y el cielo donde sus “bichos” tienen el espacio perfecto para que se creen hermosas coreografías de batallas. Como un pintor con su lienzo vacio Del Toro sabe llenar cada elemento para que todo lo que surja en la pantalla tenga un sentido dentro de la grandeza que propone Pacific Rim. Por eso hay algo de emocional en la película. Pacific Rim exige verla con la emoción (y quizá ingenuidad) con la que nos maravillamos con los robustos blockbusters que nos venian desde el imperio norteamericano. Porque, a su manera, Guillermo del Toro nos ha regalado un último espectáculo veraniego a lo grande, imaginativo y robusto. A su manera, un suicidio maravilloso. Pacific Rim empieza con un ejemplar prólogo que da paso a un buen esquema de blockbuster. Maravillosas piezas de peleas de robots contra monstruos colocadas en inicio, mitad y final de la películas entremezcladas con un acertado casting de humano donde cada uno cumple perfectamente con su arquetipo. El héroe con traumas del pasado (Charlie Hunnam), la chica con más traumas del pasado (ejemplar el flashback de la infancia de Rinko Kikuchi), el sólido lider hestoniano (Idris Elba) y unos acertados personajes cómico / científicos (Charlie Day y Burn Gorman) o carismáticos (Ron Perlman). Todo perfectmanete creado para que el espectador veraniego no se quite la sonrisa de la cara. Como un retorno a tu infancia cuando creabas bandos con tus juguetes y les hacías pelear entre ellos pues Guillermo del Toro nos ha regalado un caro y grandioso juguete para jugar con él.


OPINIONES



• Godzillas contra mazingers (Jordi Battle Caminal | La Vanguardia)

La economía narrativa se esfuma de inmediato para dar paso a una superproducción larga, muy larga y algo fatigosa, con su inevitable media hora final de batallas interminables. Con todo, no es ésta una obra desdeñable, sino otra muestra, aunque menor, del talento de Guillermo del Toro para el género



Blockbuster de autor  (Quim Casas | Sensacine)

¿Es este triunfo analógico una reivindicación? Si, posiblemente, pero sobre todo es un espasmo de cordura artesanal en un mundo numérico que posibilita filmes como el presente, agitado y permanentemente debatido entre intenciones, texturas, formatos y acabados no opuestos pero si en colisión


• Friki y orgulloso (José Arce | La Butaca)

 Una gozada visual estruendosa pero asequible, sin demasiada epilepsia de cámara y que sirve a un elemento humano que, aunque no brilla en sus interpretaciones ─con la excepción de un totémico Idris Elba─, cabalga cómodamente entre el videojuego y la fogosidad con retranca ─aquí no hay hueco para materializar deseos libidinosos, esto va encaminado a un palco universal─ en este festival de neuronas libres de grasa y enjundias

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