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Si es gracias a Bennett Miller el poder de fascinación de Foxcatcher no se puede obviar el trio actoral. Steve Carell, a pesar del handicap del maquillaje, compone con una gran economía de gestos un personaje entre patético y diabólico. Mark Ruffalo vuelve a demostrar que es uno de los actores más solventes del panorama norteamericano. Compone el personaje más humano y a la vez el más trágico de Foxcatcher. Caso aparte es Channing Tatum. En la carrera por festivales y premios han sonado los nombres de Carell, Miller y Ruffalo ninguneando al que es el principal pilar de la película. Tatum muestra toda la debilidad, tristeza y soledad del ser humano sólo con la utilización de la mirada y el cuerpo. Algo que le viene de perlas a una película extraña como Foxcatcher. Una película incomoda y sobria donde los fuegos artificiales los ponen las miserias humanas.
A partir de tonos suaves y de silencios, Foxcatcher logra erigirse en una película eminentemente oscura, aparentemente inofensiva pero terriblemente perturbadora
Puede afirmarse sin rodeos que, finalmente, Miller logra ejecutar la enésima versión de esa poética del perdedor que con tanta insistencia parece estar explorando el cine norteamericano reciente. Si bien cierto regodeo en su férreo clasicismo impide que hablemos de una película brillante, Foxcatcher confirma la existencia de un talento capaz de brindar una obra magistral en un futuro a medio plazo
Sin necesidad de contar demasiado, digamos que hay deporte, un campeón olímpico de lucha y un millonario benefactor. Pero Miller opta por un angustioso drama existencialista en el que nunca se ofrecen respuestas y sí una atmósfera de terror moral, donde el reverso tenebroso del sueño americano se articula por medio de la megalomanía, el desamparo social y familiar, y el más oscuro y tétrico de los deseos
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