Ponyo en el acantilado es amor convertido en un nudo en la garganta. Un ejemplo de cómo los sentimientos más inocentes puede provocar tsunamis. De cómo el mar nos arrebata todo lo que de él nos quedamos. De cómo todo vuelve si supimos protegerlo mientras estuvo en nuestras manos. De que no todas las sirenas tienen cola de pescado. Es una historia que tiene mucho que enseñar, a los niños y a los que lo fuimos, con la que podemos realizar una regresión a nuestros años más tiernos y ver que aún queda algo de aquella bondad con la que el mundo nos miraba entonces.
Ponyo es una niña pez que vive en las profundidades del mar con su padre Fujimoto, un hechicero maligno; su madre, una diosa marina; y sus incontables hermanas. A pesar de las diferencias entre la inocente Ponyo y su padre, ambos comparten el hecho de haber renunciado a su condición. Él por odio, ella por amor. Cuando Ponyo llega a la orilla atrapada en un bote de cristal, Sosuke, un niño de su edad se queda con ella y promete protegerla siempre. Pero, por petición de su padre, el mar regresa a buscarla y la devuelve a sus entrañas. Ponyo quiere ser humana para vivir con Sosuke, pero para ello tendrá que hacer un gran esfuerzo: renunciar a sus poderes mágicos.
Colores pastel se combinan a la perfección sobre personajes entrañables, más si cabe en la versión original. Los diálogos se hacen esperar, y el movimiento del padre de Ponyo en ocasiones peca de forzado; pero aún así, la vista no puede abarcar tanta belleza. Sin duda, un regalo para los ojos con el que el “Walt Disney japonés”, Hayao Miyazaki, nos recuerda quien es y dónde se sienta. La banda sonora tampoco falla, y es que el compositor no es cualquiera. Joe Hisaishi ha trabajado con Miyazaki en La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro y El castillo ambulante. Este prolífico compositor de bandas sonoras ganó el Oscar por sus partituras en Despedidas en la pasada edición. Ternura por los cuatro costados, al igual que toda la cinta, es lo que desprende la canción del final. Cuando escuches “Ponyo, Ponyo, Ponyo es una niña pez”, no podrás sacar ese sonido de tu mente. Ni sentirás la necesidad de hacerlo.
Gake noue no Ponyo fue seleccionada hace unos meses por la Academia entre las veinte películas que pasaron el primer corte, aunque la cinta es de 2008. La selección final ha dejado fuera a Ponyo en el acantilado, siendo las cinco candidatas al premio Mejor película de animación: Coraline, Fantastic Mr. Fox, The princess and the frog, The secret of kells y Up. Hayao Miyazaki ya se hizo con la estatuilla por El viaje de Chihiro en 2002, mientras que El castillo ambulante estuvo nominada en 2005.
* Virginia Mendoza es periodista y autora de los blogs Crear en tiempos de crisis y Crisis de claridad
3 comentarios:
¡Muy bien por Virginia! A mi también me encanta el cine de Miyazaki y Pocoyo en el acantilado es maravillosa, aunque yo no creo que Fujimoto sea malvado y el final peca de inocente.
No puedo creer que no me avisara de que tiene dos bitácoras, me suscribo pero ya mismo.
Ponyo es una película de indescriptible belleza, y una de mis favoritas de Miyazaki.
Jamás me cansaré de recomendarla.
a mi me encanto...
los films de Miyazaki son una lección de vida,respeto,ecologia..
muchos tenían que aprender de ellas.
un saludo
Publicar un comentario