14 febrero 2014

Espectáculo sin espectáculo



Cuando todo está perdido
(All Is Lost)

Una película de J.C. Chandor | Estados Unidos | 106 minutos 
 


©Universal
Estos días nos hemos desayunado con el caso de José Salvador Alvarenga pescador salvadoreño que pudo regresar con vida a su país después de sobrevivir a un naugrafio de más de un año de duración. Aunque en un principio fue recibido como un heroe el relato de su supervivencia pronto empezó a sembrar la duda sobre la veracidad. En su historia hay tortugas como alimento, orines como bebida e incluso el fallecimiento de su compañero de viaje (Ezequiel Córdova Ríos) por negarse a comer. Esta desconfianza en parte es porque la cultura (literatura, cómic, cine...) nos ha enseñado una forma de ver la épica de la supervivencia de una forma algo mayestática y cualquier relato que se salga de eso no nos parece real. Hace un par de años J.C. Chandor habló en Margin Call del inicio de esta crisis (estafa) que estamos sufriendo a través de la palabra haciendo que los cimientos de la película fueran sus diálogos (el guión fue nominado al Oscar). Es curioso que en su segunda película Chandor juegue a hacer completamente lo contrario. En Cuando toda está perdido el reparto coral se queda sólo en un actor, la crisis que afecta a miles de persona sólo afecta a una y los diálogos desaparecen. Y a pesar de eso consigue crear el mismo (en realidad lo aumenta) el mismo clima de desasosiego que en su película de debut. Para narrar la odisea de un hombre que queda perdido en medio del océano al sufrir un accidente con su velero Chandor se agarra al relato aparentemente antiépico con una narración sobria y eficaz pero no exenta de momentos de belleza. Y para protagonizar la película en un acierto histórico recurre al único que podía protagonizarla...Jeremiah Johnson.

En Las aventuras de Jeremiah Johnson  Robert Redford se enfrenataba a los peligros de la naturaleza (y del ser humano) en una película donde también  apenas de utilizaban diálogos. Jeremiah Johnson ha crecido y ahora vuelve a enfrentarse sólo a la naturaleza pero esta vez en medio de un océano. Redford, un actor que siempre salía perdiendo en esa (injusta) comparación con Paul Newman, aquí tiene todo el tiempo del mundo para lucirse utilizando sólo su rostro y su cuerpo. Sin duda era el actor ideal y la película se beneficia de este acierto de casting. Cuando todo está perdido juega estar narrada con una falsa parsimonia. En realidad en la película pasan cosas continuamente haciendo que en realidad la película tenga un ritmo bastante acelerado y evitando un tedio que nunca llega. Pero que J.C. Chandor ruede una película sobria y directa al grano (Redford nunca deja de hacer cosas) no evita que se plantee hacer una película hermosa. La belleza de esos planos de la acuáticos de la colchoneta logran casar con una película donde la supervivencia queda (casi) desprovista de cualquier maquillaje innecesario. Porque lo único que importa aquí es la existencia de un hombre que tiene un accidente en el mar. El resto (el pasado del hombre, sus pensamientos...) no importan puesto que no existen en la película. Uno puede pensar que esta es una película de sólo dos estadios: Redford en un velero y Redford en una colchoneta o ir un poco más allá. Una película donde la emoción y el miedo debe trabajárselo un espectador al que se le exige mirar más que nunca a los detalles de una película que es mucho más de lo que parece. Una aventura real aunque eso no venda muchas entradas. 

OPINIONES


• Solo ante el peligro (Astrid Meseguer | La Vanguardia)

En un paisaje que aúna la belleza de lo infinito con momentos de auténtico terror, creo que Chandor se ha arriesgado demasiado dejando todo el peso de esta historia monótona sobre los hombros de un actor de rostro inexpresivo (gracias a los excesos de la cirugía estética) en un guión sin diálogos y minimalista que se centra exclusivamente en buscar los detalles de lo cotidiano

El viejo y el mar  (Mario Santiago | Sensacine)

Cuando todo está perdido se adentra con espíritu kamikaze en las aguas de un cine físico, conductista, dominado por las pulsiones instintivas. Un territorio en el que cada pensamiento del protagonista se proyecta sobre un gesto

• Capitanes intrépidos (Luis Martínez | El Mundo)

Gusta la ambición de una historia que desde el primer fotograma (bueno, el segundo que primero viene una charla) renuncia a asuntos tan molestos como las homilías de superación personal, las mirada al infinito o los 'flash-balcks'

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