08 noviembre 2014

Física de la emoción


 Interstellar

Una película de Christopher Nolan | Estados Unidos | 169 minutos


©Warner Bros.
Algunos enemigos de Christopher Nolan le reprochan que su cine sólo es una fachada que sirve para impresionar al espectador más incauto. A pesar de intentar entrar en el terreno de la emoción con la relación ‘más allá de la vida’ de  Leonardo DiCaprio y Marion Cotillard en Origen y tras el trámite de finalizar su trilogía sobre Batman, el director británico se embarca en una película que en un principio no va a hacer otra cosa que agrandar su leyenda. Un viaje más allá de las estrellas, una epopeya sobre la supervivencia de la humanidad. Un proyecto grandioso y que, como se demuestra al final, le va tan bien a Christopher Nolan que no sólo lo lleva a buen puerto sino que además hace quizás su mejor película. Cuando uno lee que una película de ciencia ficción ha tenido asesoramiento científico a veces es mejor echarse a temblar. Porque ese asesoramiento lo utilizan algunas películas como un manto de credibilidad del cual se olvidan a los cinco minutos de empezar a rodar la película. Pero Interstellar es por fortuna otra cosa. Una cosa muy seria. Basada en las teorías del físico Kip Thorne la película no se corta ni un ápice en hablar de forma entre adulta y didáctica de agujeros negros y de gusano, quintas dimensiones y orbitas entre otros términos. Gracias a eso por mucho que lo que veamos sea increíble y apabullante todo tiene un halo de realismo (en una película destinada al gran público no olvidemos) que hace que Interstellar sea un hito. Pero lo que lo convierte en una película grandiosa no es eso.

El cerebro de Nolan, siempre activo y aparentemente frío (¿seguro?), quiere demostrar que su exhibición de la técnica está a la altura de su capacidad para emocionar. La emoción de Interstellar se sitúa en varios frentes: las relaciones padre-hija rotas por la distancia y el deber, el monologo de Anne Hathaway equiparando el amor a la ciencia (¡dicho por una científica!), el amor por esa tierra (el planeta y la materia) que está abandonando al ser humano... Y, obviando algún sentimentalismo de más, Interstellar logra epatar y emocionar casi de la misma manera. Una película que es un reto para el cerebro y el corazón del espectador. Una película que no quiere ni puede obviar su parte espectacular (la escena del acoplamiento) pero que tampoco quiere bajar su nivel de realismo (el sencillo diseño de los robots, la suciedad del traje de los astronautas...).  Película de aventuras, realismo social, ciencia avanzada, película del espacio, drama familiar... todas esas películas y alguna más están en Interstellar. No en vano su climax final se resuelve en una mezcolanza de amor fraternal y física que puede indigestar a unos y levantar la ovación de otros. Por ello Interstellar no es una película sencilla de digerir en un primer pase. Si referentes claros de Interstellar como 2001: Una odisea del espacio o Solaris son películas que necesitan más de una visión para comprender su grandeza lo mismo pasa con la película de Nolan. Si es un clásico lo decidirá el futuro. Ahora mismo sólo se puede celebrar la existencia de una película tan gigante, compleja, adulta y extraña como Interstellar.




● Guía de referencias (más o menos explícitas) para no perdernos en la galaxia de 'Interstellar' (GQ | Noel Ceballos)

Su cine está más cerca de la prosa que de la lírica, pero nunca se había entregado tanto a la poesía audiovisual como en algunos fragmentos de esta obra mayor, tan arriesgada y heroica que parece casi la ópera prima de un novato con mucho que demostrar, en lugar de lo nuevo de un cineasta al que muchos presuponían apoltronado

● Dentro del monolito  (Carlos Reviriego | El Cultural)

Interstellar recoge los testigos de Steven Spielberg, Andrei Tarkovsky y Stanley Kubrick sin renunciar al espectáculo cinemático habitual en el director de El caballero oscuro, y aunque a veces puede llevarnos por el sendero de la frustración y el empacho, incluso la ambigüedad, su último, interesantísimo largometraje -para este crítico el mejor de cuantos ha realizado- es infinitamente ambicioso: cerebralmente desafiante y emocionalmente satisfactorio

● El tiempo, la última frontera (Luis Martínez | El Mundo)

Desde el primer fotograma, la idea es convertir la superficie de la pantalla en el escenario de un sueño. Se trata de transformar la sala de cine en ese mismo agujero negro de antes para sencillamente transportar al espectador, y en un instante de cine inteligente y espectacular, al otro lado

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