El próximo jueves 31 de marzo (a las 19:00) habrá una presentación/charla de Las cortinas son invencibles en la icónica librería madrileña dedicada al cine Ocho y medio. Me acompañará el periodista y cineasta Samuel Alcarcón, además de todo el que se quiera pasar por allí esa tarde.
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22 marzo 2022
19 marzo 2022
'Algo para recordar', treinta años después: Toxicidades entre Leo McCarey y Robert Aldrich
La película estaba funcionando. La primera parte — o, mejor dicho, la primera parte de la primera parte — es bastante irreprochable, en especial en cómo se maneja, sin estridencias, con el duelo del personaje de Sam. Pero, poco a poco, algo empezaba a molestarme levemente por dentro. Primero, Sam empezaba a caerme algo gordo, cuando se supone que debía pasar al contrario, y más por el drama personal que sufre y porque lo interpreta alguien como Tom Hanks. La película son prácticamente dos historias en paralelo: la del personaje de Hanks y la de Ryan. En el otro lado, en el de Meg Ryan, no hay tantos problemas, quizá porque su parte es descaradamente más caricaturesca. Por ahí aparecen el prometido de Annie, Walter (Bill Pullman), un tipo estupendo, el hombre ideal, aunque con algún defecto físico como tener alguna alergia que otra (lo que convenientemente le aleja de la perfección). Y la mejor amiga de Annie, Becky (Rosie O'Donnell), lenguaraz y sin pelos en la lengua, que para eso están las mejores amigas, que le empuja a olvidar el sentido común y seguir ese “impulso amoroso”. Por supuesto que “el lado Ryan” también es de derribo, pero su parte más sainetera, y lo bien que está Meg Ryan, hace que se disfrute sin muchos miramientos. Pero algo sigue ahí, por dentro.
En un momento de la película una pareja de amigos de Sam, Greg (Victor Garber) y Suzy (Rita Wilson), le hacen una visita. Sentados a la mesa, Suzy recuerda el final de la mítica película de Leo McCareyTú y yo (la versión de 1957), que, por razones obvias, siempre está presente en Algo para recordar. En una estupenda interpretación, Rita Wilson — como todos saben, mujer de Tom Hanks — recrea emocionada y entre lágrimas (atención spoilers) cuando en la película el personaje de Cary Grant descubre que no ha podido ir a su cita en el Empire State Building con Deborah Kerr porque se ha quedado paralitica tras sufrir un accidente acudiendo, precisamente, a esa misma cita. Después de escuchar a Suzy, tanto Sam como Greg estallan en carcajadas y reinterpretan la misma interpretación del personaje de Rita Wilson, por medio de lágrimas falsas, pero con la película Doce del patíbulo. A excepción de lo bien que está Rita Wilson, la escena resulta irritante, molesta y larga, donde Tom Hanks, y mira que es difícil que eso pase, ahonda en lo mal que estaba cayendo su personaje, además de pensar que el siempre eficiente Victor Garber es un miscasting de manual. Aunque cabe preguntarse, ¿por qué causaba tanta irritación un breve momento en una comedia noventera romántica, por muy famosa que esta fuera? ¿Había algún cambio en estos treinta años que hubiera provocado esto? ¿O es un simple caso de piel fina?
La “rancior” de ese momento de Algo para recordar es evidente. Se adjudica a Tú y yo la categoría de “película de chicas”, cuyo objetivo es hacer llorar a las mujeres, que son seres blandos y sensibleros (por tanto inferiores). Doce del patíbulo es, en cambio, una película de hombres, que son tipos duros y ajenos a las lágrimas, protectores de esas mujeres (por tanto superiores) que acaban llorando por cualquier nadería. Un enfrentamiento, además, entre dos clásicos indiscutibles del cine norteamericano; dos obras que cualquier persona, animal o cosa podría ver cientos de veces sin cansarse. Y sí, esta escena la ha escrito una mujer. Pero, ¿por qué tanta molestia? No tengo una máquina del tiempo, pero me imagino a mi mismo viendo esa misma escena hace treinta años y, seguramente, disfrutándola, esbozando una sonrisa o, por lo menos, no causándome ningún tipo de malestar. Afortunadamente, el mundo ha cambiado y los códigos son otros. No está mal que en las películas, aunque sean ficción, hayan cosas que te “molesten” porque no se adecuen a tu forma de ser o pensar. Eso no quiere decir que no se hagan cosas, que exista una especie de autocensura, porque, por mucho que se diga y repita, en los tiempos actuales se puede hacer, y en realidad se hace, de todo. Es más, me atrevería a decir que, en parte gracias a una democratización tecnológica, vivimos en uno de los tiempos de mayor creatividad. Otra cosa es que al que crea le afecte sobremanera la opinión de los demás hacia lo que crea. Seguro que a Nora Ephron, que de esto sabía un rato, le pareció una escena realmente divertida, o por lo menos inofensiva, cuando la escribió.
Pero hay algo incomodo en la “molestia” que produce esa escena. Uno se acaba preguntando si con el paso del tiempo uno no se acaba convirtiendo en una persona inflexible y de piel fina. Porque esa escena acabó contaminando casi todo el resto de lo que, no nos engañemos, una película que está bien. Pero, al final, uno no se acaba quedando con lo bien que Ephron escribe, o con ese final estupendo en el Empire State Building, por muy irreal y absurdo que sea, sino con la maldita escena de marras. A lo mejor esa supuesta “inflexibilidad” no es algo negativo, puede que sea un crecimiento personal. Porque, aunque hay una ola creciente de conservadurismo extremo, los jóvenes van a ser mejor y más tolerantes que lo que eran sus padres... o eso espera uno. Quizá el problema esté en la propia comedia romántica, uno de los grandes géneros del cine que también es uno de los más complejos. La comedia romántica ha tenido que convivir siempre con una suerte de toxicidad, algo que, nos guste o no, se podría decir que va en su ADN. El amor — heterosexual y entre personas blancas — llega entre dos personas opuestas en donde la rebeldía de la mujer se confunde con histerismo — rebeldía que acabará siendo aplacada por el hombre transformándola en una especie de sumisión —, y en el lado masculino el hombre mostrará que su dureza puede verse puntualmente rebajada para lograr “conquistar” a una mujer. Obviamente esto es injusto, de las miles de películas que la comedia romántica nos ha regalado hay cientos y cientos de variaciones. Pero no se puede negar que es un género que ha podido traer/normalizar unos modelos de conducta peligrosos o tóxicos para las relaciones sentimentales. La propia Ephron jugó con la idea de que los hombres y las mujeres no podían ser amigos sin haber atracción sexual entre ellos cuando escribió Cuando Harry encontró a Sally, siendo una de las ideas más perniciosas y peligrosas que ha podido dar cualquier obra de ficción. Al final, la comedia romántica casi es un género político.
Los noventa, la época de Algo para recordar, fueron una época extraña, con el mundo intentando, sin saberlo del todo, acomodarse a lo que venía. La película de Nora Ephron fue una de las películas más exitosas de esa década siendo muy hija de su tiempo, por eso, de alguna manera, extraña, incomoda y fascina verla con los parámetros actuales, porque al final uno no sabe si le ha gustado o le ha horrorizado. Además, quizá la comedia romántica de los noventa u ochenta contenga más elementos problemáticos que la de los años treinta y cuarenta. La comedia romántica no ha muerto, sigue y seguirá existiendo porque el cine la lleva dentro. Aunque la mirada es otra — quizá más con la mirada puesta en la gente joven —, con afortunadamente multitud de variaciones del esquema conocido, además de alguna anomalía como, por ejemplo, Cásate conmigo — demostrando que Jennifer Lopez sigue a lo suyo independientemente de cómo se mueva el mundo —, el romance cómico sigue estando presente. Está en la mano de los creadores no seguir alimentando toxicidades, además de hacer recreaciones más igualitarias y, esperemos, que más realistas. Y quizá también los consumidores no debamos tomarnos todo “tan en serio” mirando con lupa cada escena o frase que vemos (o sí).
Tras Algo para recordar Tom Hanks se dispuso para pasar de actor exitoso a icono del cine norteamericano. Nora Ephron se dispondría a tener un tremendo fracaso con Un día de locos, no tardando en volver a la formula conocida (Tom Hanks y Meg Ryan no se conocen pero se acabarán enamorando) en Tienes un e-mail, no volviendo a conocer un éxito como el de Algo para recordar. Meg Ryan, seguramente sin sospecharlo, iba a ir desapareciendo paulatinamente de la industria cinematográfica. Estaba claro que, independientemente del talento de Hanks y Ryan, el destino de la actriz parecía marcado de antemano. En el plano real, la industria no entiende de romances idealizados.
Quizá Algo para recordar merezca un nuevo experimento: verla, si seguimos vivos, dentro de diez o quince años. Puede que pase algo tan inesperado como el amor que surge entre Tom Hanks y Meg Ryan, y la película se vuelva actual, moderna e incluso vanguardista. Porque el mundo está girando a una velocidad tan increíble que los parámetros cambian cada cinco minutos. O quizá hayamos dado la espalda a la desigualdad y la toxicidad, pudiendo verla con una sonrisa por su ingenuidad. Lo único que está claro es que la infame escena de Tú y yo contra Doce del patíbulo seguirá siendo aberrante. Porque Tú y yo y Doce del patíbulo están por encima de cualquier cosa.
05 marzo 2022
/ VR144 / Theremin
El programa Vivir Rodando 144, con la participación de Javier Díez Ena, se adentra en el misterioso, fascinante y algo desconocido mundo del Theremin.
01 marzo 2022
Resumen 2022 (Febrero)
► Programa 144 (Espíritu sagrado: Una mirada desde Elche)
• Invitados: Chema García Ibarra, Leonor Díaz, José Cámara y Ángeles Gómez
Estrenos en España 2022 (destacadas/recomendadas)
• Drive My Car (Doraibu mai kâ, Ryûsuke Hamaguchi, 2021)
• Un polvo desafortunado o porno loco (Babardeală cu buclucsau porno balamuc, Radu Jude, 2021)
No estrenos en España 2022 (destacadas/recomendadas)
• 8 mujeres (8 femmes, François Ozon, 2002)
• Diego Maradona (Asif Kapadia, 2019)
• El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, Wim Wenders, 1987)
• El diablo probablemente (Le diable probablement, Robert Bresson, 1973)
• El monstruo de las bananas (Schlock, John Landis, 1973)
• El pequeño príncipe (The Little Prince, Stanley Donen, 1974)
• El rey de Marvin Gardens (The King of Marvin Gardens, Bob Rafelson, 1972)
• Japón bajo el terror del monstruo (Gojira, Ishirô Honda, 1954)
• La lluvia del diablo (The Devil's Rain, Robert Fuest, 1975)
• La mujer que escapó (Domangchin yeoja, Hong Sang-soo, 2020)
• Madrid (Basilio Martín Patino, 1987)
• Maixabel (Icíar Bollaín, 2021)
• Nénette et Boni (Claire Danes, 1996)
• Parents (Bob Balaban, 1989)
• Subway (En busca de Freddy) (Subway, Luc Besson, 1985)
• Tommaso (Abel Ferrara, 2019)
• Zombi Child (Bertrand Bonello, 2019)
Regreso a la zona de confort
• Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, George Clooney, 2005)
• El quinteto de la muerte (The Ladykillers, Alexander Mackendrick, 1955)
• Femme Fatale (Brian De Palma, 2002)
• Lifeforce, fuerza vital (Lifeforce, Tobe Hooper, 1985)
• Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010)
• A propósito de nada: Autobiografía (Apropos of Nothing, Woody Allen, 2020)
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• Cine español en relieve, cosecha de 1953 (Sr. Feliú, Documentitos de un indocumentado)
• Desnudos exigidos por la unidad total del film (o no tanto) (Sr. Feliú, Documentitos de un indocumentado)
• Lina Romay (1954-2021), 10 Years Later... (Robert Monell, I'm in a Jess Franco State of Mind)
• Luis Buñuel y la masonería (por Amparo Martínez Herranz) (Jordi Xifra, En torno a Luis Buñuel)
• Todos los artistas de Fernando Fernán Gómez (podcast) (Documentos RNE)
• The Texas Chainsaw Massacre / The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning (AlexZ, Letterboxd)
• Marzo: Presentación del libro Las cortinas son invencibles en la librería Ocho y medio (Madrid) (Jueves 31 de marzo / 19:00)