27 julio 2010

Redondo exilio juguetil

 - Toy Story 3 - (Lee Unkrich, 2010)

Si la Pixar es tan grande es porque no hace nada sin pensarlo dos o tres veces. Se podría pensar que hacer la tercera parte de una saga tan exitosa como Toy Story corresponde al afán de sacarle los cuartos a los padres (y, de paso, al resto de franja de edades). Y al pensar eso erraríamos. La tercera parte de Toy Story surge como un episodio genial, soberbio pero, principalmente , coherente. Porque las historias de Woody, Buzz y compañía han reflejado mejor que cualquier intenso drama nórdico lo que significa el paso del tiempo en personas...y juguetes.

Sería fácil decir que Toy Story 3 es la mejor de la serie (debo reconocer que quizá haya sido con la que más he disfrutado) y caería en una gran injusticia. Para nuestra fortuna Toy Story 3 no quiere hacer nada diferente de lo que ya hizo con las dos películas anteriores porque, por una vez, se puede decir en clave positiva que una película no sorprende. Sigue ofreciendo de manera modélica las mismas raciones de humor visual, acción perfecta, ritmo vertiginoso, a la vez, que ahondar en dramas tan humanos como el paso a la vida adulta e, incluso, la muerte. El guión que ha escrito Michael Arndt para esta tercera parte puede que sea el más adulto como debía corresponder a una historia que habla sobre el final de una etapa (de la madurez, la vida, el lugar que uno ocupa en la vida...) y cómo encajarlo. Y la Pixar no se corta ni un pelo en esa misión. La guardería es reflejada como un lugar de horror (ese primer ataque de los niños todavía pone los pelos de punta) más cercana a un campo de concentración que a un lugar infantil. El exilio que viven los juguetes es tratado con una profundidad admirable que permite que la aparente aventura tenga un ambiente cercano a la pesadilla. Por eso toda la parte central tiene elementos más cercanos al cine de terror ejemplificados en ese gran villano sin grandes adornos que es Lotso (cuyo mal, como no, nace de un gran trauma sufrido en el pasado)

Lo que asusta de Toy Story 3 es que nada sobra. Ni un diálogo, ni un acorde de Randy Newman, ni un personaje (al revés, las nuevas adquisiciones hacer crecer el universo Toy Story) , ni un minuto de más ni de menos... Y cuando llega el momento temido de que Buzz se pone a hablar con acento andaluz (en la versión original es en castellano) te das cuenta que no sólo no molesta...¡sino que funciona! Y entonces te rindes sabiendo que vuelves a estar en la mano de la Pixar y que pueden hacer contigo lo que quieran. No hay nada perfecto en este mundo pero si existiera Toy Story 3 se acerca mucho a ese ideal ya que funciona desde todas las lecturas posibles, la infantil, la adulta, la existencialista... Una película (casi) perfecta con un final que no busca acabar con un triple salto mortal sino con un remate adulto y sereno que habla de la vida como una serie de etapas que finalizan dando paso a otras experiencias. Que la Pixar haya zanjado Toy Story diciendo que no habrá más partes muestra su respeto por el cine y el público aunque sepamos que ,  en el fondo ,es una pena porque pocas experiencias rozan tanto la perfección como ver un Toy Story.

. Las calidas entrañas de trapo (E. Rodríguez Marchante, Una de piratas)

Se ha corrido la voz de que esta tercera y probablemente última parte de Toy Story es la mejor de las tres, y aunque sea algo prematuro aventurarlo, lo que sí es cierto es que tiene un plus de emotividad mayor, porque no sólo ha madurado el niño sino también sus circunstancias, sus juguetes, y con ellos probablemente también se ha sazonado algo el pensamiento del espectador

. Mis juguetes favoritos (Ezequiel Obregon, Escribiendo cine)

Toy Story 3 es por sobre todas las cosas una película entretenida, con ética y estética propia. Si Shrek (la “otra” saga animada) se asfixia en su propia celebración, las estéticas que coexisten en el universo del film siempre son afines a la historia, no meros artilugios de la técnica

. Apoteósica aventura (Adrián Massanet, Blog de cine)

Porque Toy Story 3 no sólo representa un paso más en la escalada de maestría narrativa de los “wonder boys” de la Pixar, además difícilmente se puede encontrar un guión de aventuras más perfecto, mejor medido, con un crescendo más alucinante, en ninguna otra película del género, ya sea de animación o de imagen real, en los últimos años.

21 julio 2010

Opiniones de cine: Dentro de La Misión (III), por Patrick Vidal

El personaje central de la película es Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), un ex cazador y vendedor de esclavos que entra en La Misión jesuita –concretamente de San Carlos- sometiéndose a penitencia después de matar a su hermano debido a una infidelidad de su pareja con este. Es un personaje que experimenta un cambio radical en su personalidad después de efectuar el asesinato. Sube al lugar donde se pone en práctica La Misión de San Carlos -más allá de las cataratas del Iguazú- con una carga inmensa a cuestas que por momentos está a punto de costarle la vida. El personaje busca la redención de esta manera y llega a ser feliz dentro de la tribu. Nada más llegar a la tribu Mendoza es reconocido por uno de los indígenas a los que persiguió anteriormente y el indígena le pregunta: “¿Por qué apareces vestido de misionero?” A lo que Mendoza responde: “Mi nuevo hábito protege a gente como tu de individuos como yo”. Es decir, aparece un claro sentimiento de culpa que el espectador tan solo puede intuir con una gran fuerza durante el ascenso por las cataratas y la jungla, ya que prácticamente no hay diálogo, y se certifica en este diálogo demoledor que, además, pone de relieve un claro problema social, el tráfico de esclavos, algo que no era legal pero sí permitido por las autoridades españolas. La posición de Rodrigo Mendoza a partir de este momento es clara. Algo muy interesante es que al comienzo de la película el nombre de Rodrigo Mendoza se escucha con bastante frecuencia pese al corto tiempo que pasa desde que aparece Robert de Niro en escena hasta que su personaje mata a su hermano. Y es interesante porque a partir de este hecho se deja de escuchar su nombre, es como si él ya no fuera el mismo. Pero algo permanece en él, y es que en la resistencia de los indígenas en las últimas y memorables secuencias del filme, él desenvaina la espada y combate con la mayoría del pueblo indígena contra el ejército hispano-portugués. El Padre Gabriel no detiene a Mendoza, pero no aprueba su método, eligiendo no luchar. Y es que el Padre Gabriel era jesuita puro, y de él viene, por ejemplo, la simbología de la música mediante su flauta, ya que mediante esta comenzaba a tratar con los indígenas. En una escena un jesuita dice sobre el padre Gabriel y su música: “Si en vez de un oboe tuviera una orquesta, hubiera podido someter a todo el continente”. Volviendo a Mendoza, este cambio bien podría suponer un ejemplo del cambio que se puede producir en el ser de una persona que antes no era consciente realmente de que, en este caso, una tribu guaraní son personas, y que como tal, debían poseer sus derechos y su identidad cultural.

La Misión, por todo lo visto, es un filme que funciona como película y que funciona históricamente, aunque con matices. Por cierto, estos matices son los que permiten que la película funcione como película. Pero lo más importante, que es la esencia que subyace de la misión, permanece y es veraz. La Misión transmite la problemática de un periodo casi a la perfección y nos regala paisajes inconmensurables, espectaculares, que se funden con una música majestuosa. Todo en La Misión es solidez, y a parte, aporta algo muy importante que, aunque también aporten muchas otras obras cinematográficas, no por ello no es motivo de mención, y esto es el mensaje humano y la denuncia social, aunque esta denuncia llegue aparentemente tarde. En la época en la que estamos sigue prevaleciendo el nosotros por encima del ellos, y, lo que es peor, se establece esa diferencia que en algunas ocasiones se traduce en tragedia y fatalidad. Los derechos humanos deben estar por encima de los Estados, por encima de la diplomacia, la política. Porque el ser humano debe quedar por encima de las estructuras aunque permanezca a ellas. En La Misión prevalece lo humano aunque triunfen las estructuras, y por ello su mensaje es importante, porque se queda del lado de las víctimas, no de los acuerdos imperialistas. Y aunque aparentemente triunfen los imperios coloniales, en realidad, la sensación final al acabar de visionar el filme es que ha triunfado la humanidad. Supone la victoria del perdedor, con lo que no puede suponer una esencia más humanista que eso mismo. 

* Tercer y último post sobre un monográfico que Patrick Vidal hace sobre la película La Misión, de Roland Joffé. Patrick Vidal es creador y conductor del programa El bueno, el feo y el malo

15 julio 2010

Opiniones de cine: A un amigo de cine, Aldo Sambrell, por Miguel Herrero











 
Parece ficción pero es real. Hemos perdido a uno de los actores y cineastas españoles más prolíficos e internacionales de la historia. Con cerca de 200 películas, Aldo Sambrell y buena parte de sus vivencias pasan al olvido dentro de la memoria histórica del cine. Es uno de los últimos actores que ha formado parte de la gestación de la gran industria del cine. Es una lástima que la frivolidad de este mundillo, vivir en un mundo de constantes cambios y grandes olvidos, el hacer cine de género y su sencilla vida cotidiana le dejen fuera de un merecido homenaje como mínimo a nivel nacional, si es que se sabe que este actor era español.

Con él me quedo con su camaradería, su alegría y buen humor hasta en los peores momentos: “Llamadme ahora porque si no la cosa va a estar chunga (entre risas)”, su perseverancia e ingenio, tan solo quería rodar;  no le importaba lo que fuera y con quien fuera. Nada tenía que ver con su carácter de tipo duro y violento que dio vida en la gran pantalla.

Miguel Herrero y Aldo Sambrell en el II Festival Internacional de Cine de Sax

El mejor rezo para él sería ver una de sus películas: clásicos del western como la “Trilogía del dólar” y Hasta que llegó su hora de Sergio Leone con Clint Eastwood o Joe, el implacable de Corbucci, del cine histórico como Marco Antonio y Cleopatra de Charlton Heston, del cine fantástico como El fantástico viaje de Simbad de Harryhausen o del de aventuras como La isla del tesoro con Orson Welles o El viento y el león de John Milius. Trabajó con los mejores. Tantos que aquí no caben.

Tenía tres pasiones: el cine, su mujer y el fútbol. Pese a su relación de amor odio al cine, Cándida y su Fútbol le han dado todas las alegrías del mundo. Descansa paz y nos vemos en el cine.

* El actor Aldo Sambrell falleció en Alicante el pasado 10 de julio. Miguel Herrero es director del Festival Internacional de Cine de Sax (FICS) y cineasta

11 julio 2010

Perfecto equilibrio entre Gainsbourg y Gainsbarre

- Gainsbourg (Vida de héroe) - (Joann Sfar, 2010)

Si tuviera que rellenar uno de esos típicos test que hacen en revistas o periodicos donde te preguntan por tus gustos pondría a Serge Gainsbourg como mi artista favorito, simplemente porque considero que es tan importante para la historia de la música popular como lo puedan ser los Beatles. Por eso era facil salir contento de esta Gainsbourg (Vida de héroe). Y eso que, curiosamente, tenía todos los elementos para hacer una película...mala. A la prodigiosa y talentosa productividad de Gainsbourg se unía una vida llena de polémicas y escándalos que le llevó a relacionarse con muchas celebridades francesas de la época. Con lo cual Joann Sfar podía irse por el camino fácil del biopic y que Gainsbourg (Vida de héroe) se convirtiera en un desfile de estrellas actuales interpretando a estrellas de toda la vida mientras la música de Gainsbourg sonaba de fondo. Por suerte Sfar es alguien inteligente y sabe que todas las biografías son mentiras con lo cual, ¿por qué no contar un hermoso e irreal cuento francés?

Es verdad que Gainsbourg (Vida de héroe) tiene las aristas de todo biopic. La película a veces puede parecer que tiene episodios demasiado sueltos más que un conjunto bien armado y que ,al final, retrata la decadencia de Gainsbourg sin demasiada originalidad. Pero si olvidamos los peajes que tiene que pagar toda persona que se dispone a rodar un biopic nos encontramos con un film disfrutable y con encanto.. La idea de dividir a Gainsbourg en dos, uno más humano con la recreación magnifica Eric Elmosnino (su parecido con el Gainsbourg real en la última parte del film da miedo) y otro diabólico con la caracterización excelente que hacen los chicos de la DDT y Doug Jones, es atractiva y acertada. Gracias a Gainsbourg (Vida de héroe) podemos entender la compleja vida y las acciones de un genio tan (aparentemente) feo como talentoso y seductor. Y seguramente sin quererlo Sfar realiza un perfecto retrato mucho más profundo que otros biopics más acartonados ya que gracias a esta dualidad conocemos a un Gainsbourg dubitativo y acompleja alejado de su tipica imagen de triunfador total. Porque Serge Gainsbourg , un hombre del que nunca se supo donde se quedaba la caricatura y donde empezaba la persona, aquí se convierte en alguien completamente real.

La película funciona como un perfecto reflejo de la cultura y la música de la época. Ya sólo como musical se disfruta. Poder escuchar Le poinçonneur des Lilas o La javanaise (ese baile entre Eric Elmosnino y Anna Mouglalis) de manera tan original es un goce para los que amamos la música de Gainsbourg. Y se disfruta tanto como las apariciones de Boris Vian, France Gall, Brigitte Bardot...  ninguna de manera caprichosa y artificial contando con un excelentes trabajo de casting. Quizá estas virtudes sean el único inconveniente para algunos espectadores ya que los no amantes de la música de Gainsbourg o de la cultura en francesa, en general, puedas quedarse fuera del espectáculo que propone Joann Sfar. Y obviando que al final opta por caminos más convencionales (afortunadamente Sfar tiene el buen gusto de no sacar su encuentro con Wihtney Houston) y se deja ciertas cosas en el camino (la grabación del mítico disco Histoire de Melody Nelson) Gainsbourg (Vida de héroe) es una magnifica película. Un cuento o un cómic que aspira a tomar algo de la imaginación y talento de Serge Gainsbourg. Y, bastantes veces, lo consigue.

. Being Serge Gainsbourg (David Bizarro, Muro de sonido)

Al igual que ocurría con la poliédrica disección dylaniana de I’m not there la cinta de Sfar huye del corsé historiográfico para poner énfasis en las dimensiones heroicas del personaje. Porque el Gainsbourg de esta película no es más que un trasunto imaginario, desnaturalizado e idealizado del Gainsbourg real.

. El artista que jugaba con una pistola (Federico Marín Bellón, ABC)

Fiel al axioma, el guionista y dibujante de cómic Joann Sfar —su sello salpica desde los títulos de crédito— coloca una pistola en manos del protagonista niño, imagina episodios, omite su carrera cinematográfica y se inventa hasta a un Pepito Grillo a la inversa, un muñeco chirriante y genial que conduce sistemáticamente a su héroe por la pendiente más escarpada

. Artista seductor y suicida (Lluís Bonet Mojica, La Vanguardia)

En una tradición muy ligada al cine francés y al universo felliniano, en Gainsbourg abundan los detalles fantásticos, mediante un álter ego del protagonista en forma de cuervo y subido a un zanco. Su presencia puede desconcertar al espectador, pero resulta explicable en un realizador debutante como Joann Sfar, celebrado autor de cómics.

06 julio 2010

Opiniones de cine: La situación política en La Misión (II), por Patrick Vidal

La situación política en los años que trata La Misión es tensa. Por parte de las metrópolis es tensa porque buscan anexionar territorios y existen discrepancias en cuanto a la extensión de las zonas fronterizas, es decir, existen discrepancias entre los diferentes imperios -Portugal y España- por el territorio, aunque en este caso concreto existe finalmente un acuerdo, ya nombrado anteriormente, que perjudica a los indios de zonas del Paraguay. Se trata de una época, por otra parte, que va avisando de los movimientos independentistas en América, y esto se observa en la película. Es una época en la que la Iglesia ha perdido cierto poder y la Compañía de Jesús intenta actuar un tanto de forma independiente, siempre atada a decisiones diplomáticas. Todo esto se percibe en el filme y todo esto es más o menos cierto. Puede que se le de demasiada importancia al deseo de independencia de los guaraníes más allá de las cataratas de Iguazú, pero esto responde a algo básico, y es que no hablamos de una independencia pretenciosa objetivamente, porque simplemente los guaraníes se encontraban en una zona prácticamente inaccesible donde allí mantenían las tribus cierta identidad propia y coexistían con sus modos de vida.

Puede que se le de demasiada importancia al deseo de independencia de los guaraníes más allá de las cataratas de Iguazú, pero esto responde a algo básico, y es que no hablamos de una independencia pretenciosa objetivamente, porque simplemente los guaraníes se encontraban en una zona prácticamente inaccesible donde allí mantenían las tribus cierta identidad propia y coexistían con sus modos de vida.

Si se permite el término, la “intrusión” de los jesuitas en tierras más allá de las cataratas del Iguazú ya supone una especie de invasión, aunque en el filme se muestra como que es necesaria esta irrupción jesuita, sobre todo porque los jesuitas pretenden demostrar que aquellas tribus no son salvajes a los ojos de los diplomáticos que informan a los respectivos imperios. Y esto lo hacen para que no se encarguen los imperios con el sus respectivos ejércitos de invadir estas zonas, realmente casi inaccesibles como ya se ha dicho. Es decir, se trata del remedio de una invasión pacífica jesuita para evitar una invasión violenta; unos objetivos religiosos contra unos objetivos políticos. Hay que decir que todo esto no es descabellado, ya que los jesuitas sufrieron un gran desprestigio a todos los niveles hasta el punto que tanto en Francia como en España disolvieron la Compañía de Jesús años más delante de las misiones en el Paraguay. Por tanto, no es descabellado que los jesuitas pretendieran de verdad ayudar al pueblo indígena, siendo esta afirmación contraria a muchos comentarios que suscitó la película en los que se venía diciendo que el filme era puramente pro-jesuita y pro-óccidental, cuando, mucho más lejos de la realidad, el filme no se asemeja a lo que es una postura pro-occidental, que sí pro-jesuita, pero es que tampoco se puede derrumbar una hipótesis por prejuicios de ningún tipo, ni morales ni institucionales. Esto es, si el guionista de La Misión o el mismo Roland Joffé se han documentado y establecen una hipótesis que creen fielmente, ¿por qué proponer algo que no entre en esa hipótesis? Por tanto, no existe un deseo de favorecer claramente e impúdicamente a nadie en este filme, simplemente de mostrar lo que los responsables del filme creen que fueron los hechos, aunque la forma de mostrarlo esté obviamente fundamentado desde una cierta subjetividad inevitable, denunciando un problema social que viene provocado por un problema ajeno, extranjero, donde las víctimas son los indígenas. Por otro lado, es discutible la resistencia indígena al final del filme junto a los jesuitas, ya que los jesuitas es muy probable que no opusieran resistencia debido a que la orden ya era lo suficientemente discutida como para luchar contra las fuerzas hispano-portuguesas. Pero no deja de ser un filme, por mucho que intente ser correcto debe funcionar como película de entretenimiento, debe de intentar que la mirada del espectador no se pierda, y lo consigue.

* Segundo post sobre un monográfico que Patrick Vidal hace sobre la película La Misión, de Roland Joffé. Patrick Vidal es creador y conductor del programa El bueno, el feo y el malo