Todos los amantes del cine deberíamos hacer una colecta para poner una estatua a David Cronenberg. El director canadiense sigue haciendo suyas todas las películas donde participa. No importa el tema o la naturaleza de la misma Cronenberg pone su mirada perturbadora a la vez que clásica en sus films. Con Un método peligroso no sólo vuelve hacerlo sino que lo potencia. Narrando la amistad y desencuentro de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung Cronenberg decide no buscar al público sino que el público lo encuentre a él (si quiere).
En principio Un método peligro parece áspera, complicada y fría. Y no en vano es todas esas cosas. Cronenberg no rebaja ni un ápice la complejidad de la relación entre los personajes de Viggo Mortensen, Michael Fassbender y Keira Knightley dándole importancia a los densos e intelectuales diálogos escritos por Christopher Hampton. Por eso aunque parece que Cronenberg ha desaparecido está ahí controlándolo todo. Al director canadiense no sólo lo vemos en las escenas “de azotes” o en ese paseo en barco entre Knightley y Fassbender sino que está en toda la turbación que intuimos en la historia. Todo muy sutil, sugerido y sobrio pero que existe y podemos descubrir si tenemos el aplomo para adentrarnos en la historia. Y eso no debería costar porque el ritmo interno que impone Cronenberg a la película es ejemplar evitando que aparezca cualquier síntoma de aburrimiento. Quizá Un método peligroso no sea tan deslumbrante ni redonda como Una historia de violencia o Promesas del este pero es otro paso valiente y arriesgado de un autor que nunca ha mirado a las audiencias. O que cuando lo ha hecho ha sabido jugar con ellas.
. De la carne y el psique (Jordi Costa, El País)
Cronenberg logra sobrecargar la pantalla de energía con los recursos más austeros: bastan dos sillas y dos actores como Fassbender y Keira Knightley para montar una sesión de terapia que permite reconocer en la figura de Sabina Spielrein los ecos de esa turbulenta Claire Niveau a la que dio vida Geneviève Bujold en Inseparables
. Viaje perfecto al fondo de la mente (Sergi Sánchez, La Razón)
Y, sin levantar la voz, Cronenberg factura una película exigente, cuya contención refleja los instintos reprimidos de una época convulsa, a punto de soñar ese sueño de la razón que crea monstruos
. La curación por la palabra (José Arce, La Butaca)
Filmada de un modo excelente y milimétricamente turbador, con una composición de los planos tan fría, naturalmente compleja, mansa y sagaz como el propio impulso que mueve a los personajes, la propuesta se deja llevar por una fotografía y una dirección artística espectaculares, mecida por una banda sonora de Howard Shore que alterna composiciones profundamente plácidas y envolventes con los bríos y pasiones del Sigfrido de Wagner, clave en la historia y prácticamente un personaje más, al igual que la propia correspondencia epistolar a tres bandas que centra momentos imponderables en el desarrollo del drama
1 comentario:
Tengo muchas ganas de verla. Por mi amor a Freud y porque tú lo dices :)
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