Lisa Cholodenko se hace mayor. Parece ser que pasan los tiempos de High Art y la directora ha optado por hacer una película costumbrista, familiar y relajada. Y ese relax es lo mejor y lo peor de Los chicos están bien. Con el film Cholodenko intenta decirle al mundo una verdad (aunque una parte de la población se niegue a escuchar) y es que toda unidad familiar suele tener los mismos exitos y miserias. Importa poco la naturaleza sexual de sus componentes, los vicios son siempre son los mismos. En Los chicos están bien hay infidelidades, adolescentes confusos, hastío y amor. El problema es que Cholodenko se niega a profundizar más allá de la anécdota familiar y hace que su retrato sea demasiado superficial. Hay apuntes más que interesantes en la relación entre los personajes de Annette Bening y Julianne Moore o la inmadurez del personaje de Mark Ruffalo (un personaje muy bien construido). Pero desgraciadamente son sólo apuntes.
Bien es cierto que el ambiente calmado (y a veces tópico) de Los chicos están bien permite que el extraordinario trío protagonista (Annette Bening, Julianne Moore y Mark Ruffalo) ofrezcan un recital de talento volando por encima de sus personajes. Se pueden entender más cosas viendo los rostros de Benning o Ruffalo que en cualquier línea de guión. Quizá Cholodenko vio que con esta manera de actuar podía hacer su película más accesible y que su mensaje llegará a más a gente. Es una manera de actuar muy respetable y que funciona porque la historia se disfruta. Pero se echa en falta algo más de arrojo. También uno puede pensar que la directora quería derribar mitos y decir que una familia es igual de aburrida independientemente de su procedencia y de los miembros que la compongan.
Bien es cierto que el ambiente calmado (y a veces tópico) de Los chicos están bien permite que el extraordinario trío protagonista (Annette Bening, Julianne Moore y Mark Ruffalo) ofrezcan un recital de talento volando por encima de sus personajes. Se pueden entender más cosas viendo los rostros de Benning o Ruffalo que en cualquier línea de guión. Quizá Cholodenko vio que con esta manera de actuar podía hacer su película más accesible y que su mensaje llegará a más a gente. Es una manera de actuar muy respetable y que funciona porque la historia se disfruta. Pero se echa en falta algo más de arrojo. También uno puede pensar que la directora quería derribar mitos y decir que una familia es igual de aburrida independientemente de su procedencia y de los miembros que la compongan.
. La nada cotidiana (Pablo Vázquez, Miradas de cine)
Lo que nos trae la buena de Lisa Cholodenko se queda en el terreno intermedio, desabrido y perezoso al que nos tiene acostumbrados el cine independiente norteamericano con sello Sundance. Y se embarra a conciencia en una cotidianeidad exasperante donde todo se parece demasiado a la vida y en la que todos los personajes son lo suficientemente sosos para que puedan parecernos cercanos y reconocibles
. ¿Los chicos están bien? (Beatriz Martínez, Cine 365)
Annette Bening y Julianne Moore consiguen perfilar dos interpretaciones que se ajustan la una a la otra como un guante, modulando la comedia y el drama de sus vidas con verdadera maestría, originando un clima de cotidianeidad fresco y natural, en el que los flecos de su relación se convierten en tentáculos que conectan el pasado, el presente y el futuro de la misma, convocando sus fantasmas de manera invisible en la pantalla
. Familias diferentes (Roberto González, La Verdad)
Se echa en falta un mayor desarrollo en las relaciones sociales de los hijos mencionados en el título, pero su ajustada duración evita que el conjunto resulte aburrido