La BBC es un canal que ha hecho historia en muchas ocasiones. Pocos podían imaginar que aquel 31 de octubre (la noche de Halloween) de 1992 sería una de esas ocasiones. Porque ese día ha acabado marcado dentro de la historia de la televisión como una jornada grande ya que se emitió Ghostwatch. Conducido por Michael Parkinson y escrito por Stephen Volk, el programa en cuestión era una especie de magacín en el que un equipo de periodistas investigaba un caso paranormal en una casa londinense. Todo realizado en directo (llamadas de los espectadores incluidas) y con todo el rigor y flema londinense. Y, por supuesto, los fantasmas aparecieron. En realidad sólo apareció un fantasma llamado Pipes y que, tras la emisión del programa, cobró la dimensión de un icono moderno del terror. Pero el programa no era “todo falso, salvó alguna cosa” que diría Mariano Rajoy. Ghostwatch era todo falso. El programa logró pasar por creíble gracias a su precisa realización, la sobria labor de Michael Parkinson y una inteligente racionalización de las apariciones y efectos paranormales. Pero no todos fueron aplausos al principio. Muchos espectadores protestaron airadamente acusando a la BBC de provocar en sus hijos (y en ellos mismos) auténticos traumas. La polémica estaba servida. Pero también la historia. Ghostwatch influyó (de manera consciente o inconsciente) en parte del posterior entretenimiento del terror (Paranormal Activity, REC, El proyecto de la bruja de Blair...) o en programas del misterio. Por ello el programa 69 de Vivir Rodando está dedicado a Ghostwatch. Con la inestimable ayuda de Pablo Vergel (@paolo2000) en el programa analizamos Ghostwatch, sus consecuencias, su legado posterior e incluso reflexionamos sobre el terror y el misterio en nuestros días.
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29 noviembre 2014
11 noviembre 2014
/ VR68 / Carlo Padial
©LdS |
Negar que la realidad de nuestro país está cambiando es querer taparse con una venda los ojos. Y uno de esos cambios surgió, hace ya tiempo, en una nueva manera de hacer (y entender) el cine. Pocos medios para llevar a cabo sus historias pero también mucha libertad y ganas de abrir nuevos caminos. Uno de los principales referentes de esta ‘nueva ola’ es el barcelonés Carlo Padial. Escritor, cómico stand-up (actualmente con su espectáculo Yo sólo quiero ser yo), guionista, director... es muy difícil catalogar a Padial. Después de publicar con éxito sus libros Dinero gratis y Erasmus, Orgamus y otros problemas el cine llamó a su puerta (o él llamó a la puerta del cine). Y el mundo neurótico, divertido y terrorífico de Carlo Padial encontró una perfecta forma de expresión en su vertiente audiovisual. Sus dos largometrajes Mi loco Erasmus y Taller Capuchoc no dejan de ser las dos caras de una misma moneda y absolutamente complementarias (algunos de sus cortos se pueden ver en la plataforma Plat). Eso le convierte en autor con voz propia a pesar de su juventud. Por ello el programa 68 de Vivir Rodando está dedicado a Carlo Padial que cuenta con la presencia del propio director aprovechando su presencia en el pasado Festival de Sitges para presentar Taller Capuchoc. El escritor / director habla de sus dos largometrajes, su libertad para adaptar sus propias obras al cine o la llegada de una nueva forma de hacer cine entre otras muchas cosas. Además el programa cuenta con la opinión de la periodista y crítica de cine Desirée de Fez que da una valoración sobre el cine de Carlo Padial.
08 noviembre 2014
Física de la emoción
©Warner Bros. |
El cerebro de Nolan, siempre activo y aparentemente frío (¿seguro?), quiere demostrar que su exhibición de la técnica está a la altura de su capacidad para emocionar. La emoción de Interstellar se sitúa en varios frentes: las relaciones padre-hija rotas por la distancia y el deber, el monologo de Anne Hathaway equiparando el amor a la ciencia (¡dicho por una científica!), el amor por esa tierra (el planeta y la materia) que está abandonando al ser humano... Y, obviando algún sentimentalismo de más, Interstellar logra epatar y emocionar casi de la misma manera. Una película que es un reto para el cerebro y el corazón del espectador. Una película que no quiere ni puede obviar su parte espectacular (la escena del acoplamiento) pero que tampoco quiere bajar su nivel de realismo (el sencillo diseño de los robots, la suciedad del traje de los astronautas...). Película de aventuras, realismo social, ciencia avanzada, película del espacio, drama familiar... todas esas películas y alguna más están en Interstellar. No en vano su climax final se resuelve en una mezcolanza de amor fraternal y física que puede indigestar a unos y levantar la ovación de otros. Por ello Interstellar no es una película sencilla de digerir en un primer pase. Si referentes claros de Interstellar como 2001: Una odisea del espacio o Solaris son películas que necesitan más de una visión para comprender su grandeza lo mismo pasa con la película de Nolan. Si es un clásico lo decidirá el futuro. Ahora mismo sólo se puede celebrar la existencia de una película tan gigante, compleja, adulta y extraña como Interstellar.
Su cine está más cerca de la prosa que de la lírica, pero nunca se había entregado tanto a la poesía audiovisual como en algunos fragmentos de esta obra mayor, tan arriesgada y heroica que parece casi la ópera prima de un novato con mucho que demostrar, en lugar de lo nuevo de un cineasta al que muchos presuponían apoltronado
Interstellar recoge los testigos de Steven Spielberg, Andrei Tarkovsky y Stanley Kubrick sin renunciar al espectáculo cinemático habitual en el director de El caballero oscuro, y aunque a veces puede llevarnos por el sendero de la frustración y el empacho, incluso la ambigüedad, su último, interesantísimo largometraje -para este crítico el mejor de cuantos ha realizado- es infinitamente ambicioso: cerebralmente desafiante y emocionalmente satisfactorio
Desde el primer fotograma, la idea es convertir la superficie de la pantalla en el escenario de un sueño. Se trata de transformar la sala de cine en ese mismo agujero negro de antes para sencillamente transportar al espectador, y en un instante de cine inteligente y espectacular, al otro lado
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