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03 abril 2012

/ VR46 / Programa Twin Peaks

Sólo ahora, más de veinte años después de su estreno en la cadena ABC, podemos calibrar la influencia que tuvo la serie Twin Peaks. La creación de David Lynch y Mark Frost jugaba a ser un en apariencia producto detectivesco de "quién mató a quién" para en realidad enseñarnos una serie diferente donde las reglas no estaban escritas. En realidad si existían pero estaban hechas por David Lynch. Twin Peaks nos mostraba el reverso oscuro de una sociedad aparentemente idílica (como en Terciopelo azul) envuelto todo en tramas imposibles, imágenes fascinantes y la música del fiel compañero de viaje de Lynch, Angelo Badalamenti. Twin Peaks fue el gran éxito popular de David Lynch consiguiendo que la pregunta ¿Quién mató a Laura Palmer? se la hiciera cualquier ciudadano de pie aunque les sonará a chino títulos como Cabeza borradora o Dune. Aunque Lynch era poco dado a disciplinas televisivas e iba y volvia de Twin Peaks toda la serie tiene su característico sello que le ha hecho pasar a la historia de la televisión. Por ello el programa 46 de Vivir Rodando está dedicado a Twin Peaks. Con la colaboración de Esperanza Gómez (@_cenobite) viajamos como si fuéramos el agente Dale Cooper a Twin Peaks para desentrañar su misterio. 

Para escuchar o descargar el programa pincha en: 

  / VR46 / Programa Twin Peaks

06 marzo 2012

/ VR44 / Programa Expediente X

No sería exagerado decir que el 10 de septiembre de 1993 marcó un antes y un después en la historia de la televisión y la cultura popular. Ese día se estrenaba en la Fox una serie sobre ovnis y casos paranormales llamada Expediente X creada por un tal Chris Carter. La serie fue algo más que un grandísimo éxito de audiencia. Marcó un hito en la cultura popular no sólo de la década sino que su impacto ha sobrevivido hasta nuestros días en géneros como el cine, la televisión o la literatura. Las razones pueden ser muchas como la época en que se emitió, la química entre esos dos antagonistas que eran Mulder (David Duchovny) y Scully (Dana Scully), el siempre fascinante mundo de los ovnis, su impecable factura técnica... En realidad su tremenda influencia será para siempre un misterio propio de un capítulo de Expediente X. Lo curioso es que esta serie partió de la habilidad de Carter para hacer una miscelánea de elementos de la cultura popular de terror o ciencia ficción de toda la vida. Los monstruos, la serie b, los extraterrestres, The Twilight Zone de Rod Serling, el cine de los setenta... Es curioso como una serie que sigue influyendo tanto no deja de ser una rememoración constante de cosas que ya hemos visto. Por eso el programa 44 de Vivir Rodando está dedicado a una serie mítica como Expediente X. Y no había mejor invitado para hablar sobre la serie de Chris Carter como Pablo Vergel (@paolo2000), autor del blog No en Portland, que ya nos acompañó hacia el misterio el año pasado colaborando en Vivir Rodando con el programa sobre Ovnis y extraterrestres en el cine. Con la compañía musical de Frank Black, Nick Cave and the Bad Seeds, Catatonia y Mark Snow (por supuesto) nos adentramos en el universo de Expediente X.
 
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. / VR44 / Expediente X

04 diciembre 2011

Opiniones de cine / Series de cine :
Mad Men, la cara de una misma moneda (II).
Por Patrick Vidal


Lujos y detalles. Se nos muestra el lujo como esencia, donde parece que en la Avenida Madison en Nueva York es donde subyace la Roma del mejor y más potente imperio. Los vicios están presentes en cada uno de los capítulos, y de aquí una de las grandes y decisivas virtudes que posee Mad Men, y que responde a lo que ya se ha dicho más arriba. En el tipo de drogas que consume un grupo de individuos cristaliza, en muchos casos, el estrato social al que pertenecen. Como ya se ha dicho, el tabaco y el alcohol son las drogas más consumidas por los personajes principales, pero en los 60, la heroína, la marihuana y el ácido eran las drogas de un estrato social en particular, eran las drogas de la contracultura y, por lo tanto, muy consumidas entre los jóvenes. Hasta en esto funciona el ejercicio de la contraposición en Mad Men, ya que apenas nos muestran el ambiente ‘underground’ o contracultural, pero cuando se nos muestra, observamos que entran en escena otro tipo de drogas. Su creador, Matthew Weiner, con todo su completísimo equipo, algunos con sobrada experiencia en series como Los Soprano y Twin Peaks (caso de Lesli Linka Glatter o Tim Hunter, entre otros), con el también súper equipo de guionistas, que tienen enorme parte de culpa del resultado final de este producto maravilloso que es Mad Men, han sabido plasmar a un tipo de sociedad burguesa y poderosa en EE.UU., donde esta clase social poseía capacidad de influencia sobre medios de comunicación como revistas de importante calado internacional como Times o sobre periódicos archiconocidos como The New York Times, así como la participación de la agencia en campañas electorales para la presidencia de EE.UU.
 La ética y la moralidad en Mad Men existen pero no se ven, no es efectiva, se lleva con el pesar y la conciencia de cada individuo, es una carga sombría

Pero sin embargo cabe preguntarse qué pasaba en estos momentos en EE.UU. Inmerso, como se ha dicho antes, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en una Guerra Fría, participando en conflictos internacionales como la Guerra de Corea (1950-1953) -donde por cierto participó Don Draper vestido de Dick Whitman-; y sucesos históricos de capital importancia como la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) o la Guerra de Vietnam (1965-1975). EE.UU. era el centro del mundo y comenzaba a decidir por muchas naciones en lo que acabaría conformándose como la ‘aldea global’. Por todo ello, poco a poco, fueron surgiendo una serie de movimientos contraculturales, antibelicistas, movilizaciones sociales por los derechos civiles de los negros y muchas mujeres que también reclamaban los mismos derechos y oportunidades que los hombres. También en Mad Men se observa la escena musical en Nueva York, en uno de los capítulos de la cuarta temporada queda perfectamente retratado como fue aquella cultura ‘underground’ en los 60, donde Peggy Olson conoce a amistades que se encuentran dentro de este movimiento contracultural, que van en contra del sistema, que precisamente intentan convencer a Peggy de que trabajar en publicidad es trabajar engañando y creando falsas necesidades, porque además, dicen, la publicidad es nociva para que se lleve a cabo una sociedad más pura y solidaria. Todo ello, aunque aparezca en pequeñas dosis durante el curso de las temporadas -muestran, por ejemplo, acontecimientos históricos de todo tipo, como el estreno de El Apartamento, de Billy Wilder (1960); la lucha por la presidencia entre Nixon y Kennedy; o la muerte de Marylin Monroe o el mismo Kennedy- a lo largo y ancho de cada capítulo quedan grabados a fuego en la memoria, lo cual dice mucho de todo el equipo productivo de Mad Men, porque eso significa que miden los tempos de forma extraordinaria, que son unos auténticos maestros y que han construido una serie que posee uno de los secretos de la publicidad, paradójicamente, y ese secreto es que hace sentir nostalgia. Con Mad Men vivimos momentos decisivos y acontecimientos cruciales para el devenir de lo que luego ha sido la historia actual de EE.UU. y la de parte del mundo entero, y nos muestran detalles que ayudan a entender el curso que ha tomado la sociedad en términos absolutos a partir de ese momento. Hay que decir que la ética y la moralidad en Mad Men existen pero no se ven, no es efectiva, se lleva con el pesar y la conciencia de cada individuo, es una carga sombría.

Destrucción Mutua Asegurada

 Para terminar, decir que el término ‘Mad Men’ tiene una explicación muy significativa. El acrónimo en inglés MAD significa “destrucción mutua asegurada”, que además, de forma derivada significa “loco”. En un mundo dominado por hombres y donde la figura de la mujer es una de las víctimas principales, la autodestrucción del individuo lleva a un estado de locura que afecta a toda la sociedad de base. Y esto, por supuesto, trae consecuencias. Los psicólogos y psiquiatras están presentes en muchos de los capítulos; EE.UU. comienza a ser una sociedad enferma, como nos lo intentaría hacer ver, con gran éxito aunque haya pasado un tanto desapercibida, Erik Skjoldbjærg en Prozac Nation (2001), de la novela autobiográfica de Elizabeth Wurtzel. Mad Men me recuerda a una famosa obra de arte de Pink Floyd, Shine on Your Crazy Diamond, cuya traducción sectaria para este momento sería “sigue brillando diamante loco”. A pesar y gracias a la oscuridad que encierra Mad Men, sigue brillando porque es un diamante en una sociedad esquizofrénica, pero es diamante y brilla. Mad Men da lugar a múltiples lecturas pero siempre estarán interrelacionadas con un mismo concepto, como ocurre con las grandes obras de arte.

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*Patrick Vidal (@patrickvid) es Licenciado en Historia y especializado en Historia Contemporánea en la Universidad de Alicante

26 noviembre 2011

Opiniones de cine / Series de cine :
Mad Men la cara de una misma moneda (I).
Por Patrick Vidal


Mad Men es la cara de una misma moneda y funciona por contraposición. A veces ocurren cosas que no son casualidad, y es que Jon Hamm y el personaje que interpreta, protagonista indiscutible, también lo son, es decir, representan la esencia de Mad Men, es el reverso y el anverso de una misma moneda. Los dos son huérfanos por diferentes motivos, y pertenecen a distintas generaciones, a tiempos distintos, y uno no tiene nada que ver con el otro, pero al mismo tiempo conforman un binomio conceptual de una perfección evidente. La madurez con la que un actor como Jon Hamm -nunca antes conocido, y que a partir de la serie que nos ocupa, ha participado en proyectos cinematográficos de gran calado como ha sido The Town (2010)- ha llegado al éxito, es casi profético si tenemos en cuenta que Don Draper, su personaje en la fabulosa serie televisiva, consiguió el éxito de forma inesperada aunque sea por razones radicalmente diferentes. El paralelismo entre ellos dos es una trampa en la que es fácil caer y, además, resulta casi inevitable hacerlo. Todo ello confiere a estas dos caras de la misma moneda un cariz de alter ego, siendo esto del todo claro. Luego, Mad Men en cuestión y como concepto, representa y retrata a la sociedad americana de los 60, producto de una historia anterior, de un triunfo hegemónico de EE.UU. a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Es el tiempo de la opulencia en EE.UU. y en algunos países capitalistas. También es el tiempo de la Guerra Fría, una guerra que muchos han dicho no ser tan fría como el término parece indicar. Se trataba de una lucha entre dos formas completamente diferentes de entender el mundo, dividido en dos grandes bloques, confrontando, sobre todo, a las dos grandes potencias del momento, que eran, efectivamente, EE.UU. y la URSS. A lo largo de las cuatro temporadas que lleva este proyecto en marcha -que ya es una auténtica realidad y del que se espera hasta una séptima temporada, y que ha sido sobradamente premiado por los premios más importantes en este sentido, como son los Emmy o los Globos de Oro- no se ha visto directamente y de forma continuada este clima de Guerra Fría existente, pero sin embargo queda patente en el imaginario colectivo y en la forma de comportarse de cada personaje y, por lo que se intuye, no solo deja a las claras un análisis de la sociedad americana del momento, sino que se observa el importante halo globalizador de esta sociedad y la influencia posterior que tendrá en todo el mundo, formalizándose un impacto brutal en las sociedades que se han querido llamar occidentales.

El ejercicio de guión, con esos personajes verídicos, más que verídicos, veraces, y un aspecto visual cuidadísimo y exquisito, hacen que todo lo que pueda ser, y de hecho es, negativo y deprimente en toda la historia, sea extremadamente atractivo

Y no, Mad Men no es la historia de una sociedad idealizada, no se observa ni siquiera visos de querer mostrarnos un todo, es decir, una sola perspectiva que lo englobe todo, pero sin embargo lo consigue, y es por ello que es la cara de una misma moneda. Es decir, que Mad Men, regalando al espectador una mirada desde un punto de vista concreto, representa a EE.UU. en un tiempo pasado, aportando, casi sin mostrarlo, todos los demás puntos de vista. Y se nos presenta como si el espectador fuese cliente de la agencia de publicidad Sterling Cooper. Es decir, lo que se nos está vendiendo es visualmente perfecto, con una banda sonora cuidadísima, con un comienzo de la serie que siempre es el mismo pero que reconforta, y con unos finales de capítulos espectaculares, originales, únicos. Es un producto con una presentación ideal, que busca la felicidad del que lo va a consumir, pero luego la historia es descarnada y lo que se nos muestra es de una crudeza sublime. Por lo tanto existe ahí un posible paralelismo entre los objetivos de la agencia de publicidad y los objetivos del proyecto Mad Men, que difieren en el fondo pero no en la forma. Además, puede considerarse políticamente incorrectísima -machismo feroz, autoritarismo en el trabajo y en la vida cotidiana, donde el alcoholismo y la adicción desmesurada por el tabaco está muy presente dentro de un mundo despiadado, descorazonador-, pero el ejercicio de guión, con esos personajes verídicos, más que verídicos, veraces, y un aspecto visual cuidadísimo y exquisito, hacen que todo lo que pueda ser, y de hecho es, negativo y deprimente en toda la historia, sea extremadamente atractivo. Y eso, lectores de este escrito, es lo que yo llamo magia dentro de la ficción. Porque a Mad Men le distingue su atractivo y elegancia en un mundo triste y oscuro, urbanizado, cada vez más individualista, pero sin embargo ese mundo brilla y es extraordinario a través de la mirada del que degusta cada minuto de los 47 -aproximadamente- que contienen cada capítulo. Por si fuera poca cosa, la historia da la sensación de que es inagotable, de que resiste todos los giros de guión que pretendan darle, sin embargo lo más probable es que todo esté perfectamente medido.

Los tres pilares interpretativos

Después está la base interpretativa, donde tres personajes son inamovibles y a partir de los cuales gira la tierra alrededor de Mad Men: Don Draper, Peggy Olson y Joan Holloway. El primero se trata de un hombre en busca de su identidad, con una grave crisis emocional, pero que atesora un éxito más que palpable en los negocios y posee de un gran talento innato con el género femenino. Pero estos éxitos se tornan en fracaso cuando establece una relación sentimental seria; donde en su familia es muy querido por sus hijos pero no encuentra su hueco, no está cómodo, y que, además, oculta esencialidades del “yo” que durante la cuarta temporada va aireando un tanto, confiando en algunas personas sus secretos inconfesables. Jon Hamm dijo de Draper que este está “forzado a vivir una serie de situaciones incómodas en las que busca su propia satisfacción”. ¿Y por qué lo hace? Sencillamente, para encontrarse a si mismo, porque uno de los leit motiv de Mad Men es el camino de Don Draper hacia el reconocimiento de sí mismo. Por otro lado, Peggy Olson (Elisabeth Moss) es esencial, siendo opuesta al personaje de Joan Holloway. La primera es muy joven, brillante, y con una ambición indecible en un mundo dominado por hombres, a los que esta cuestiona con gran habilidad para poder lograr un espacio dentro del gran éxito profesional. De alguna manera Peggy Olson quiere emular a Don Draper, el cual es su padre profesional, un maestro de aspecto paternal, donde, además, se observa una relación especial entre los dos. Joan, por otro lado, es una atractiva jefa de secretarias que no tiene asignado un papel fundamental para el funcionamiento de la agencia de publicidad en sus dos etapas, pero que sin embargo sí se hace esencial para el funcionamiento de la ficción. Y es que estos tres pilares interpretativos van en diferente escala, de mayor a menor incidencia, pero esenciales al fin y al cabo. Joan es atractiva y establece un canon de belleza diferente al que se suele tener como estereotipo habitual. Es, como Peggy, una mujer superviviente, pero utiliza otros métodos para sobrevivir. Entre sus cartas están la seducción en su más amplia expresión, y el saber sufrir por dentro lo que no deja ver por fuera. Creo que el personaje que encarna Christina Hendricks (Joan) es uno de los personajes más dramáticos que he podido ver nunca, en ella se ve una fortaleza fuera de lo común, pero cuando está sola consigo misma se hunde. Estos tres grandes personajes, aunque pueda parecer una temeridad lo que va a seguir a partir de estás líneas, representan, mejor que ningún otro, la humanidad en Mad Men. Sobre todo puede parecer una temeridad porque Don Draper comete errores que pueden parecer imperdonables, pero en él reconocemos a alguien frágil, impulsivo, problemático. Vemos a un ser humano, definido en tanto humano que es. Luego, otros muchos personajes poseen una gran fuerza, desde Roger Sterling (John Slattery), pasando por Pete Campbell (Vincent Kartheiser) o Betty Draper (January Jones), entre otros, porque cada personaje no es casualidad en Mad Men, todo está pensado y todos aportan un gran dramatismo.

*Patrick Vidal (@patrickvid) es Licenciado en Historia y especializado en Historia Contemporánea en la Universidad de Alicante

07 diciembre 2010

/ VR30 / El prisionero

Abogar por la libertad del individuo frente al poder (empresarial, gubernamental...desgraciadamente hay mucho para elegir) puede ser algo provocador en estos tiempos. Pues imaginaros en 1967. En ese año nació (y casi murió) una de las series más subversivas, brillantes y revolucionarias de todos los tiempos. Bajo el falso pretexto de una serie al estilo de James Bond, El prisionero exploró nuevos mundos para la ficción televisiva. Brillante, reivindicativa y psicodélica es difícil imaginar una serie que se merezca más el termino de culto como la obra que crearon Patrick McGoohan y George Markstein. Con la ayuda de dos grandes como Ángeles Gómez (creadora de El Espacio y Feedback) y José Carlos Lledó (creador de El bueno, el feo y el malo) Vivir Rodando en su programa número 30 se dedicará a contar las sensaciones que deja una experiencia que todo hombre que aspire a ser (verdaderamente) libre debería tener. Ver El prisionero.
Si quieres escuchar o descargar el programa pincha en:

. / VR30 / Programa Vivir Rodando 7 Diciembre 10 (El prisionero)

26 agosto 2010

Series de cine: El prisionero. Subversión y libertad para todas las épocas

Hace más de un año fallecía Patrick McGoohan. Y no vi que los informativos nacionales abrieran con la noticia o la incluyeran en sus titulares. Si yo fuera el director de informativos de esa cadena la noticia de su fallecimiento hubiera ido en titulares. Por el simple hecho de que él maquino (junto con George Markstein) una de las obras más importantes de la historia de la cultura. Y no es una novela ni un cuadro. Era algo tan sencillo como una serie de televisión. Pero El prisionero estaba a la altura de cualquier obra artisitica que cambiara el mundo. Así es de importante.

Asumir la trama de El prisionero es fácil. Un argumento interesante pero que no dejaba de ser una serie de espías. Un James Bond en capítulos de cuarenta y tantos minutos. Un agente del gobierno británico (o eso creemos) es secuestrado y llevado a una isla tras renunciar a su trabajo. Allí se le interrogara para saber los motivos de su renuncia. Lo dicho, un argumento de película de espías. Pero luego estaba la serie. La verdadera El prisionero.
Seguramente jamás haya existido una serie tan subversiva como El prisionero ya que abogaba  por la libertad individual poniendo en tela de juicio cualquier sistema que minimizara al ciudadano

Es significativo que unos cincuenta años después de la emisión de la serie jamás se haya realizado algo tan subversivo en televisión. Se ha arriesgado y se han realizado productos de gran calidad pero no creo que nada de lo que haya salido por la “caja tonta” haya tenido la voluntad de agitar conciencias como lo hizo El prisionero. En una primera lectura podemos descifrar que la serie era una critica contra la dictadura y el totalitarismo. Aunque es cierto que lo es no es todo lo que es. Su dedo acusador va más allá. El prisionero aboga por el individualismo hasta el máximo de los extremos. La democracia, la comunidad o el estado del bienestar son puestos en dudas y declarados como “totalitarismos encubiertos”. El problema no que el sistema no funcione sino que funciona demasiado bien y el ciudadano desaparece y sólo es...un número (en la isla donde está reclutado nuestro protagonista cada ciudadano es nombrado con un número). "No soy un número, soy un hombre libre". Con esa frase lapidaria acababan los títulos de crédito de inicio de El prisionero. Una frase mítica que daba un aviso de la idea principal de la serie. La historia de un hombre que intenta acabar fagocitado por una sociedad que no reconoce a las personas como seres humanos sino como elementos sin alma. La historia de un hombre (el número 6), la de todos los hombres.

 
Pero El prisionero no es tan mítica ni tan importante sólo por sus ideas, su subversión y controversias. Colaboraron otros factores. La estética pop absolutamente british que había tanto el vestuario, los decorados, la realización, el casting...(y que tan bien utilizaría otra serie mítica como Los vengadores). La descomunal interpretación de McGoohan como el número 6 ejerciendo un carisma arrollador (su actuación en el penúltimo capitulo de la serie queda en la memoria para siempre) y quedando en la historia a la altura de personajes míticos como Tony Soprano (Los Soprano), C.J. Gregg  (El ala oeste de la Casablanca) o Homer Simpson (Los Simpsons). La mística interna de la serie con sus múltiples referencias culturales (de Jean Cocteau a los Beatles pasando por Orson Welles) o sus capítulos emitidos en televisión de forma aleatoria y no por orden cronológico. Su marciano capitulo final con tribunales surrealistas, mascaras de simio, sonidos pop y un lenguaje críptico que ríete tú de David Lynch... Todo ha colaborado en hacer real el mito de El prisionero. Pero por encima de todas las cuestiones debe quedar la defensa del hombre como un ser independiente y capaz de decidir sobre su propia vida que hacia la serie. Por encima de dictaduras o gobiernos dando igual del índole ideológico que fueran. Jamás nadie se ha atrevido a ir tan lejos en televisión (lo cual ha sido una derrota para la especie humana) provocando y diciendo verdades como puños. Por fortuna siempre podremos agarrarnos a El prisionero para recordar que no somos números sino personas libres.

11 abril 2010

Series de cine: El ala oeste de la Casa Blanca. La métrica del poder



Al revés que en el cine en la series el termino autor es poco utilizado. Aunque esa tendencia está cambiando, el menudo de la televisión siempre ha dado la imagen de ir pasos atrás que otros artes como el cine y la pintura. Y en realidad es algo bastante injusto porque, por poner un ejemplo, Valerio Lazarov podía ser considerado un autor independientemente que gustara más o menos lo que hacia. Pero si alguien puede ser considerado un verdadero autor dentro de la televisión es Aaron Sorkin. El guionista y dramaturgo creo y elaboro una de las obras cumbres de la historia de la televisión, El ala oeste de la Casablanca. Y el termino crear nunca tuvo tanto sentido ya que escribió desde la primera a la última letra de los guiones de la serie, controlando cada coma y el ritmo de cada frase. Lo hizo hasta que el estrés y las drogas tuvieron que dejar la serie en otras (y sabias manos) en sus últimas temporadas. Y la verdad es que aunque ese control no iría bien para su salud sí lo hizo para El ala oeste de la Casablanca ya que estamos antes una de las ficciones más apasionantes y mejor escritas jamás vistas en televisión o en cine

Porque El ala oeste de la Casablanca es lo que indica el título ni más ni menos. La vida diaria en el lugar de trabajo del hombre más poderoso del mundo. Pero la gracia de todo esto es que no se centraba en la vida y milagros del presidente de Estados Unidos. Es más, aquí este personaje (interpretado por Martin Sheen) es un secundario de lujo. Sorkin se centra en los personas que realmente dominan el mundo (aparte de los grandes empresarios), los que rodean al presidente, sus consejeros, los trabajadores de este ala oeste. Y la serie no pretende ni magnificar ni empequeñecer la historia, aquí lo que importa es el día a día de estos trabajadores, y si la trama es la aprobación de una ley sobre impuestos en el Congreso, ese es el argumento. Pero la clave está en cómo contar las cosas y en eso Sorkin es un maestro. Unos diálogos largos y de ritmo infernal (esos duelos Janel Moloney contra Bradley Whitford de las primeras temporadas) hacían que hasta el más mínimo detalle de la serie resultara apasionante. Es más, el peligro de sentirte acomplejado ante tal nivel de inteligencia que ves en pantalla es alto.



Los diálogos de Shakespeare necesitaban grandes actores para recitarlos. Lo mismo sucede en El ala oeste de la Casablanca. El gran nivel dialéctico sólo podía contar con un reparto de altura. Y estamos ante una de las mayores exhibiciones actorales que se hayan podido ver. De la serie, que no tenia un protagonista claro, destacaba ese quinteto de la muerte formado por Allison Janney (¿alguien me va a vender que Meryl Streep es mejor actriz que ella? Entonces, ¿por qué no es una superestrella con veinte nominaciones al Oscar?), Richard Schiff (cuantas cosas podía decir con apenas un par de gestos), John Spencer (descanse en paz, maestro), Bradley Whitford y Rob Lowe. Aunque la serie contó con grandísimos actores ese quinteto estableció una química que sintieras cercanos a esos hombres tan poderosos.

Con la baja de Sorkin siempre se ha dicho que la serie bajo de calidad cuando quedo en manos de John Wells. Lo siento pero no es mi opinión. Las cinco temporadas de la serie son de matricula de honor dejando un cum laude para la séptima. Va de un joven congresista hispano (Jimmy Smits, soberbio) que intenta convertirse en presidente de los Estados Unidos venciendo a un veterano republicano (Alan Alda, más soberbio todavía) y con un programa electoral arriesgado con un plan de educación revolucionario. ¿Suena de algo? A lo mejor si cambiamos las palabras negro por hispano, al veterano republicano le ponemos el rostro de John McCain y en vez de plan de educación sea de sanidad obtengamos algo que nos resulte familiar. Otro de los motivos de la grandeza de El ala oeste de la Casablanca. No sólo hacer de la realidad algo apasionante sino ejercer de pitoniso del futuro. Otro motivo más aunque sí hubiera que escribirlos todos acabaría siendo un documento tan largo como la constitución estadounidense. Sólo hay que decir, gracias señor Sorkin. Autor Sorkin, mejor dicho.

28 septiembre 2009

Series de cine: The Wire. La vida es dura, chaval

Cuando se realizan las típicas listas sobre las mejores series de la historia de la televisión aparecen nombres comunes como Los Soprano, Seinfeld o El Ala Oeste de la Casablanca. Y siempre en esas listas aparece una sombra, un titulo que muchos reclaman como “la mejor serie de la historia” pero que, en un principio, carece del glamour o la popularidad de otras. The Wire es sin duda la serie de culto por excelencia, marginada en los premios, ( sin una acogida masiva del público pero elevada a los altares, con justicia, por unos seguidores que sabían que con cada capítulo estaban viendo algo bueno, inteligente y profundo.
 
The Wire miente y engaña como lo suelen hacer sus personajes. En realidad toda ella es una serie sobre la mentira. Observando los primeros capítulos parece que estamos ante una serie policíaca sobria y efectiva que refleja la lucha contra la droga de los policías de Baltimore. Mentira a medias. The Wire es una serie social (¡2 nominaciones a los Emmy en cinco temporadas!)seguro que la cuarta temporada la hubiera gustado firmar Ken Loach) sobre el funcionamiento de una ciudad desde todos los puntos de vista posible. Es lógico que The Wire sea fruto de la mente de un periodista (David Simon), ya que sólo uno podía indagar sobre la situación de una comunidad. Y los resultados son escalofriantes. No importa el comportamiento de policías, camellos, periodistas, políticos...si una sociedad no funciona la culpa la tienen los estamentos de poder y su absurda burocracia implícita. 
 
 
 
Si se metiera a The Wire en el genero policiaco seria uno completamente distinto. A David Simon le importan tanto los buenos como los malos. Los policías son seguidos con lupa como lo son los traficantes o camellos. No hay demagogia ni tópicos , un policía y un camello sufren y trabajan igual sólo que con un diferente código ético. Y los dos chocan con las injustas y absurdas decisiones de sus jefes que consiguen hacer que las ciudades tengan un funcionamiento lento, absurdo e injusto. Y Simon no se centra sólo en estos dos sectores. La educación (alumnos y profesores), los trabajadores, los periodistas, los políticos...son examinados con lupa y todos tienen el mismo final, el sinsentido de la burocracia y el poder crean una sociedad que atenta contra el sentido común. Los ciudadanos son la victima del poder. Para lograr una radiografía tan exacta Simon teje un fascinante laberinto de personajes que cruzan sus vidas durante cinco temporadas. Omar Little, Stringer Bell (uno de los grandes villanos de la historia de las series), Jimmy McNulty, Chris Partlow, Cedric Daniels, Tommy Carcetti (para saber cómo es la política de verdad sólo hay que seguir a este gran personaje), Lester Freamon, Bunk Moreland... Imposible quedarse sólo con un personaje, cada uno de su padre y de su madre, juntos forman una ciudad condenada como es Baltimore. Porque The Wire hace algo tan difícil como mostrar la vida. Y no le importa que un supuesto protagonista no aparezca apenas toda una temporada o matar a un personaje carismático en mitad de otra. Porque así es la vida y The Wire la muestra tal y como es con un estilo sobrio y contundente. Y todos esos lugares que aparecen en la serie nos suenan. Porque Baltimore podría ser Alicante, Madrid, Nueva York, La Habana o Buenos Aires. The Wire son todas las ciudades en una. No sé si The Wire es mejor que Seinfeld o Los Soprano y no me importa. Quienes hayamos visto The Wire sabemos que somos afortunados. Porque disfrutarla y sufrirla es una de las mejores experiencias que se pueden tener viendo una pantalla de televisión. Una experiencia necesaria si quieres saber cómo funciona el mundo. 
 
 . Periodistas, maleantes y Baltimore (Javier Del Pino, El País)
 
. La última tragedia americana (Toni García, El País) 
 
 

12 abril 2009

Series de cine: The Young Ones. Anarchy in the UK!

Hay jefes de gobierno que pasan a la historia como si nunca hubieran estado en el poder. Otros acaban siendo famosos en el mundo entero ya sea por su eficaz gestión o por su desastroso trabajo. Y luego están los totems. Los que conoce hasta la persona menos interesada en la política. Uno de estos totems es Margaret Tachter. La “dama de hierro” se hizo con el poder en 1979 y no lo soltó hasta 1990. Época de conservadurismo, valores cristianos, patriotismo, privatizaciones masivas, amistades con personajes de un catadura moral cuestionables (Pinochet)... Está claro que era alguien que dejo una impronta (¿negativa?)en la sociedad británica y europea de la época. Y uno de los mejores ejemplos de cómo fue parte de esa Inglaterra tacheriana la encontramos en una serie que es (incoherentemente) todo menos realista. 

La prodigiosa y clásica, The Young Ones. The Young Ones tiene un argumento con el que cualquier directivo, en otro país y época, hubiera hecho una sitcom pastosa, insufrible y tópica. Pero estamos en Inglaterra, en la BBC y en la década de los 80. Argumento sencillo y de una sola línea, cuatro estudiantes universitarios comparte una casa en Inglaterra. Eso es lo único que se puede explicar de The Young Ones. A partir de aquí comienza uno de los surrealismos más feroces que se han visto jamás en televisión. Violencia, destrucción, anarquía, surrealismo, absurdo, música (actuaciones de Madness o Cliff Richard) y humor. Muchísimo humor y del más brutal que se ha podido ver en la pequeña pantalla. Que no se busquen argumentos o un profundo estudio de personajes, The Young Ones no lo necesitaba porque iba directo a la yugular. Una Inglaterra sucia, pesimista y muy brutal. Los protagonistas de esta serie representan a sectores en concreto de la juventud, hippies, punkies, pijos, anarquistas... Precisamente este último, interpretado por Rik Mayall uno de los creadores de la serie (y que luego haría otra serie de culto como La pareja basura) , era un ferviente anti-tacherista. Y la serie era emitida por la BBC. ¿A alguien más la de envidia? Sugiero a quién vea The Young Ones por primera vez que no se informe mucho de la serie. Que no vea imágenes, ni busque información... Que simplemente se deje llevar por este ciclón radical y excesivo que es The Young Ones. Así es esta serie. Te arrastra contigo y sin saber porqué y de qué acabas riendo en el salón de tu casa viendo lo absurda que puede ser Inglaterra, los ingleses, Margaret Thatcher...y sus jóvenes, claro. 

10 febrero 2009

Series de cine: The Office. El (hilarante) infierno del esclavismo moderno

 
Jim Halpert, el personaje que borda John Krasinski en The Office, tiene una de las frases más demoledoras que yo he oído en la ficción televisiva. “Si ascendiera en este trabajo se convertiría en mi profesión. Y si esto fuera mi profesión me tiraría a la vía del tren”. En dos frases Halpert resumía el espíritu de lo que intenta transmitir The Office. Conseguimos un trabajo (si hay suerte) y trabajamos en el una media (más o menos) de siete u ocho horas diarias. Dormimos una siete horas. Y nos quedan unas pocas para desarrollarnos como personas. Cuando somos mayores y no tenemos facultades físicas adecuadas somos libres jubilándonos...siempre y cuando tengamos una pensión decente (cosa que no va a pasar). Y para rematar el noventa por ciento de la gente que trabaja lo hace en cosas que odia. Aún así si no conseguimos un trabajo no comemos, ni tenemos casa (ni teniéndolo se consigue) y, o nos dedicamos a ser vagabundos o morimos. Ese el juego y hay que jugarlo quieras o no. Y ese esclavismo moderno lo refleja como nadie una de las series más divertidas e inteligentes de la historia de la televisión.
 
The Office refleja la vida diaria en una oficina de Estados Unidos. Una oficina tan pequeña que consigue reflejar el ambiente irrespirable e incómodo que se vive allí. La vida de una serie de trabajadores condenados (si hay suerte) a estar allí ocupándose de algo que odian con unos compañeros que jamás serian sus amigos en la vida diaria. Tenemos a los personajes de Jim Halpert (John Krasinski) y Pam Beesly (Jenna Fischer) con los que empatizaremos enseguida. Los dos únicos “normales” de la oficina que ante el horror de un trabajo gris y odioso sólo pueden sobrevivir utilizando la ironía, el surrealismo y el sentido del humor. Pero ante ese humor está el personaje “robaescenas” de Dwight Schrute (genial Rainn Wilson) . Trepa, ambicioso e hijo de puta para el cual su trabajo lo es todo. Con Schrute le veremos las orejas al lobo ya que representa lo peor de los compañeros de trabajo que todos hemos tenido. La diferencia es que con Dwight nos reímos. Y luego está como diría Lars Von Trier, el “jefe de todo esto”, Michael Scott
 
El personaje de Michael Scott (cualquier palabra de elogio seria insuficiente para el inconmensurable Steve Carrell) representa la versión real y humanista que ya cogían otros personajes míticos como George Costanza (Seinfeld) o Homer Simpson (Los Simpson). Scott representa como nadie la media de los jefes que todos hemos sufrido y sufriremos. Es idiota (mucho), cobarde, irresponsable y tiene una tendencia a hacer comentarios ofensivos, racistas o machistas. Pero lo peor no es eso. Scott cree que es la panacea de los jefes e intenta, como se suele decir, ser un “jefe enrollado”. Lo cual es un desastre y hace que sus empleados le odien todavía más. Cualquier escena de Carrell en The Office merece estar en cualquier antología de cómo crear un personaje cómico.
 
Después de tal panorama, ¿es realmente The Office divertida? Mucho, no sabéis cuanto. No es The Office una sitcom ni fácil ni al uso. Su estilo documental con la cámara al hombro (muchas los personajes nos miran directamente a nosotros) pide una atención máxima para seguir la serie. No hay risas enlatadas ni gags al uso. Su humor viene de la realidad. Una realidad cruda y atroz de las cuales los trabajadores no pueden huir. Porque en The Office el surrealismo se convierte en realismo y viceversa. Y nosotros nos reímos (muchísimo) de ese sufrimiento que quizá vivamos o nos toque vivir. Jamás el infierno diario fue tan divertido.
 
PD. Antes de que me condenéis entono el mea culpa. The Office es una creación británica del gran Ricky Gervais (autor también de Extras) y que se emitió en la BBC. Yo sólo he disfrutado de la versión estadounidense ya que no he podido ver la serie inglesa. Es algo que tengo pendiente. Ahora espero vuestros comentarios sobre cual es mejor.

07 diciembre 2008

Series de cine: Es mi vida (My so-called life). Inteligente y fugaz crónica adolescente

La gente se queja de lo desastrosa que es la juventud de hoy en día. Apática, inculta y sin nada bueno que ofrecer. Ahora hagamos una cosa, demos un vistazo a las series o películas que quieren reflejar la juventud actual. Física o Química, HKM, Crepúsculo... Un panorama desolador. Reflejan unos personajes absurdos, vacios e idiotas. Los jóvenes no encuentran modelos que intenten retratar a una juventud que eviten todos los topicazos que rodean a los adolescentes. Una generación que necesita una Es mi vida. Es mi vida (o My so-called life) fue una serie norteamericana cuyo argumento era para echarse a temblar. Vemos la vida de una chica adolescente con sus amigos, su familia, en el instituto... Y por la serie pululan todos los personas “típicos”: el chico guapo, el raro marginado, la chica alegre... Vamos que no auguraba nada bueno. Craso error. Es mi vida era un ejemplo de cómo debemos quitarnos los prejuicios de encima. La serie tiene muchos lugares comunes pero la diferencia residía en el tratamiento de ellos. Era una ficción inteligente, bien escrita y mesurada. Los personajes no eran unidimensionales ya que ser adolescente no significa no tener problemas o que los que tengas es que “tu novio o novia ha cortado contigo”. Eran personajes realmente creíbles. Otra de sus virtudes era la sensibilidad con que contaba las relaciones entre los personajes. Sin caer en la estupidez o lo falso, Es mi vida podía narrar como su protagonista se enamoraba de un chico sin que se te cayera la cara de vergüenza. Simplemente poniendo un poco de sentido común. Sexualidad (aparecía un joven personaje bisexual), conflicto padres e hijos, marginación social... Es mi vida habló de todo lo que te encuentras cuando empiezas a tener conciencia de en que mundo estás viviendo. Sin estridencias ni tonterías. Quizás por eso la serie fue cancelada a las primeras de cambio. A pesar de que cultivó una serie de fans incondicionales Es mi vida era quizá demasiado madura y bien hecha. Ni Claire Danes ni Jared Leto han sabido aprovechar del todo el tirón y el culto que ha tenido la serie. Sorprende el hecho de Leto, cuyo personaje Jordan Catalano (uno de los mejores nombres de la historia de la televisión) llegó a ser un pequeño ídolo para jóvenes adolescentes. En un mundo perfecto Es mi vida volvería a ser emitida en vez de algunas de estas series que intentar reflejar una juventud tópica a más no poder. Quizás los mismos jóvenes no querrían emular a alguno de estos estereotipos. Y la sociedad y el buen gusto saldrían ganando.

02 noviembre 2008

Series de cine: Colombo. Lucha de clases policíaca

Puede chocar hablar de Colombo aquí. No pertenece a esta maravillosa generación de series adultas e inteligentes (Los Soprano, El ala oeste de la Casa Blanca, Dexter...) que disfrutamos actualmente. Pertenece a una época de series sólidas y profesionales que pululaban por la televisión norteamericana en los años 70. Pero Colombo siempre me fascinó porque era mucho más de lo que en un principio ofrecía (una típica serie policíaca). El argumento de cada capítulo era siempre el mismo. Un personaje elabora un plan para realizar el crimen perfecto. Tras realizarlo se queda libre de sospechas...hasta que llega el Teniente Colombo. Para resolver el caso nuestro protagonista se hace amigo del criminal...para investigar el crimen junto a él. A partir de ahí comienza un tira y afloja entre el criminal (que intenta encubrir lo que ha hecho) y Colombo (que intenta resolverlo). Al final, como no, Colombo resuelve el caso gracias a un giro inesperado. Bueno, pues aquí tenemos el argumento que se repetía absolutamente en TODOS los episodios. Pero si rascamos Colombo podía ser algo más. El criminal siempre era un personaje de clase alta (económica y cultural) que bajo su prepotencia organizaba un crimen perfecto. Generalmente para mantener ese estatus. Por otro lado tenemos al bueno. Un policia de clase media que a pesar de resolver cientos de casos no tiene dinero ni para comprarse una gabardina decente. Durante el capítulo (de larga duración) vemos una autentica lucha de clases dialéctica e inteligente, en donde la clase alta (el criminal) lucha contra la clase media (la justicia). 
 
Hay cientos de razones por las que recomendar Colombo. El carisma que desprendía Peter Falk, sus excelentes guiones, los maravillosos villanos (Patrick McGoohan, John Cassavetes, Dick Van Dyke...). Aunque puede ser que haya gente que le parezca una serie aburrida y repetitiva. Pero me remito al chiste que escribieron los grandes Albert Monteys y Manel Fontdevila en ese icono que es la tira cómica: Para ti, que eres joven  
 
- ¿Te gusta Colombo? Pero, si siempre es igual. 
- Lo sé. ¡Y qué no se le ocurra cambiar!

19 septiembre 2008

Series de cine: El grupo. El día que España lo intentó

Ay, la ficción española. Siempre maltratada, vilipendiada y humillada por los propios ciudadanos españoles. “Hay muchos personajes tópicos”, “los actores gritan mucho”, “los diálogos son acartonados”... muchas de estas frases están cargadas de razón respecto a la ficción española (televisiva y cinematográfica). Pero también es verdad que en la historia de la televisión española ha habido intentos de hacer algo distinto. Ahí están Historias para no dormir , Turno de oficio , La mujer de tu vida...Podían gustarte o no pero eran unos dignos intentos de crear una sólida cultura televisiva.

Llegaron los 90 y las televisiones privadas. El mundo fue avanzando pero no así la ficción televisiva española. Había series malas (Hermanos de leche ...) y series dignas ( Periodistas, 7 vidas ...). Pero a las dignas les faltaba algo. Las tramas eran demasiado simples y al final los personajes resultaban acartonadas. Muy entretenidas, muy buenos actores pero no había más donde agarrarse.

En 2000 Telecinco y Globomedia quisieron ir más allá y programó para su nueva programación una nueva serie llamada El grupo . La trama era realmente atractiva, un grupo de personas se reúnen cada cierto tiempo en la consulta de un psicólogo donde hablan de sus inseguridades, miedos y problemas. En la serie conoceremos a una serie de personas de diferentes estratos sociales, aparentemente normales pero a las que sus problemas les impiden tener vidas normales. Los personajes no eran para nada agradables. Precisamente porque desde su normalidad cualquiera podía identificarse. Y cualquiera podía ver que sus vidas no iban bien y que tenían más aristas de lo que uno podía creer. Y todo eso es una serie española, en fin de semana y en prime time.

Con El grupo vimos una serie de excelentes actores interpretar con tremenda eficacia unos personajes nada fáciles. Hector Alterio , Cristina Marcos , Antonio Molero...y descubrió el mundo a dos actores con un impresionante futuro en España, Unax Ugalde y Bábara Goenaga (una actriz de la que no es difícil enamorarse) . Los actores siempre estuvieron a la altura de sus complicados personajes. No así la audiencia. El grupo no fue un rotundo fracaso de público pero no satisfizo las expectativas (excesivas) de la cadena. Yo veía cada capítulo con interés por dos razones: me gustaba y sabía que ese podía ser el último capitulo.

Si la memoria no me falla la serie estuvo unos once capitulos. Podemos entender que, más o menos, una temporada completa. Y la serie desapareció. Nunca sabremos si esos personajes podrían convivir con sus problemas, o que pasaría con los personajes de Unax Ugalde y Bábara Goenaga. El grupo no es Los Soprano o El Ala Oeste de la Casa Blanca pero fue un magnífico intento de hacer otra cosa en la ficción española. Pero el tiro falló. Malos tiempos para la lírica.

Pocos años después los mismos creadores de El grupo,Telecinco y Globomedia, hicieron la serie Los Serrano . Y también ficharon a Antonio Molero al que le dieron un papel humillante. Y entonces la ficción española tocó fondo como quizá nunca lo había hecho.

24 julio 2008

Series de cine: La Víbora Negra (Blackadder). Un milagro británico

Hernan Casciari escribió que la serie británica de la BBC, La Víbora Negra está considerada la mejor comedia británica de todos los tiempos. Debo discrepar. La Víbora Negra es la mejor serie cómica (junto con Seinfeld) de todos los tiempos. Reúne todos los requisitos: inteligente, con ritmo, muy divertida y con uno de los finales más redondos y demoledores de toda la historia de las series de televisión.

La Víbora Negra cuenta la vida de Edmund Blackadder (Edmund Víbora Negra) ,un personaje maquiavélico, ambicioso e inteligente, durante cuatro épocas históricas distintas de la historia de Inglaterra. Cada época corresponde a una temporada de la serie, con seis capítulos cada una.

TEMPORADAS DE LA VÍBORA NEGRA

Primera temporada (1983): En 1485, el Duque de Edimburgo se hará llamar Edmund Blackadder y comenzará sus intrigas para tratar de llegar a ser el rey de Inglaterra. Para ello, nada mejor que comenzar matando por accidente en una batalla al legítimo monarca..

Segunda temporada (1986): Final del siglo XVI. Un descendiente del primer Blackadder, Lord Edmund Blackadder, sigue trazando complejos planes para ganarse el favor de la caprichosa reina Isabel. Claro que ésta tiene como principal hobby decapitar a los que la rodean.

Tercera temporada (1987): Finales del siglo XVIII - principios del XIX, Período Napoleónico. Malos tiempos para la dinastía Blackadder: Su heredero se ve condenado a trabajar de mayordomo para George, el Príncipe Regente, un perfecto retrasado mental; pero la ineptitud del príncipe espoleará a Edmund a seguir tramando astutos planes para mejorar su posición.

Cuarta Temporada (1989) : 1917, Primera Guerra Mundial. El Capitán Blackadder se encuentra en las trincheras durante la contienda europea. Pero el protagonista no tiene precisamente madera de héroe y usará todas las artimañas para no tener que entrar en combate.

La Víbora Negra fue creada para la BBC por Rowan Atkinson y Richard Curtis que escribieron el primer capitulo, después se sumó al trabajo Ben Elton . Hay muchas razones por las que La Víbora Negra es una serie tan imprescindible. Es una serie que vive de la palabra. Sus diálogos mordaces y geniales dichos a velocidad de crucero por unos actores en estado de gracia son de antología. Los insultos que se dedican algunos personajes (especialmente Blackadder a su criado Baldrick) son de un ingenio brutal, hoy pocas veces superado. Además la comparación con Seinfeld no es baladí. Sus guiones tenían una estructura perfecta siempre rematados con un final trabajado que cerraba la historia que se contaba en cada capítulo, como pasaba en la serie norteamericana.

Y los actores son un episodio aparte. Pocas veces tanto talento británico se junto para trabajar en un proyecto. Rowan Atkinson está absolutamente magistral como Edmund Blackadder. Sabe como decir cada dialogo con el tono adecuado y sobre todo sabe como poner el perfecto gesto para parecer maquiavélico, inteligente o simplemente cansado de la estupidez y violencia que le rodea. Me he reído mucho con Mr. Bean pero me apena que Rowan Atkinson sea más recordado por este personaje que por el de Edmund Blackadder (aunque creo que en el Reino Unido no es así). El nivel del resto del casting es simplemente descomunal. Destacar el actor Tony Robinson que interpreta el papel del genialmente tonto Baldrick, siempre al servicio de Edmund Blackadder y casi tan importante como él, en el desarrollo de la serie. La química entre Atkinson y Robinson ha sido pocas veces superada en televisión. Después destacamos a Tim McInnerny que interpretó al entrañable Percy en las dos primeras temporadas y al capitán Darling. El personaje de Percy era tan genial e importante como el de Baldrick pero sorprendentemente desaparecía al final de la segunda temporada.

Es una pena que los geniales Robinson y McInnerny fueran los que menos suerte tuvieron en su futuro actoral. Porque los fantásticos Hugh Laurie , Stephen Fry , Rowan Atkinson o Miranda Richardson si que gozaron (y gozan) de unas buenas carreras.

Pero lo más destacable de La Vibora Negra es el altísimo nivel que tienen las cuatro temporadas. Las cuatro temporadas son soberbias y es imposible quedarse con una. Y lo mejor de todo es que cada temporada es diferente...pero es igual. Encontramos los mismos rasgos de estilo (los dialogos, las situaciones...) pero la serie siempre aporta algo nuevo. Si me tuviera que quedar con una temporada sería la segunda. Simplemente por la maravillosa Miranda Richardon como Reina de Inglaterra.
La Víbora Negra habla sobre la muerte. O mejor dicho se ríe de ella. A Edmund Blackadder casi siempre le pasa lo mismo. Por culpa de alguna situación surrealista siempre está a punto de morir, ya sea guillotinado, fusilado o ejecutado. Y siempre se salva el último momento (excepto en los últimos capítulos de las temporadas 1, 2 y 4). Y si no moría Blackadder ya moriría alguien. La risa como antídoto de la miseria y la muerte. La Víbora Negra demostró que era algo mas que una serie de risas. Y este comentario hace que hable de la última temporada y su soberbio final.

No confiaba mucho en la cuarta temporada de La Víbora Negra. Me parecía difícil mantener un nivel tan alto. Además esa temporada se hizo dos años después de la tercera temporada. ¿El nivel se mantendría alto? Por supuesto, y a veces, lo superó. Destacar el segundo capitulo donde a Blackadder le hacen un consejo de guerra por matar a una paloma mensajera. Quizás el episodio más divertido de la serie.

UN FINAL A LA ALTURA

La temporada cuarta, que se desarrolla en la Primera Guerra Mundial, tiene un marcadísimo carácter antibelicista. Edmund Blackadder ya no quiere trepar ni es un ser ambicioso. Simplemente es un hombre que quiere huir de la muerte, de una muerte segura. Todo esto nos lleva al prodigioso último capitulo llamada Adiós. Capítulo completamente antibélico y con grandes criticas al Imperio Británico. En él los protagonistas reciben la orden de atacar desde las trincheras al ejercito alemán. La ofensiva es un ataque suicida y saben que todos acabaran muertos. Blackadder intenta librarse de ese ataque de varias formas (haciéndose pasar por loco o pidiendo antiguos favores). Pero esta vez no hay solución, esta vez Blackadder no podrá evitar la muerte. El episodio sigue siendo tan divertido como otro episodio de La Víbora Negra pero tiene un punto realmente amargo. En sus minutos finales ya prácticamente no hay bromas ni risas. Duras son las escenas cuando el capitán Darling (Tim McInnerny) es llevado a las trincheras obligado o cuando George (Hugh Laurie) asume que puede morir (o que va a morir) en el ataque. Y todo nos lleva al último diálogo genial de La Víbora Negra. Y como no, es entre los dos protagonistas de la serie: Edmund Blackadder y Baldrick, cuando están a punto de morir en el ataque suicida.

Baldrick: Señor, tengo un plan

Edmund Blackadder: ¿Un plan astuto y sutil?

(Baldrick siempre tenía un plan astuto para sacar de problemas a Blackadder. Esa frase hizo historia en Inglaterra y era repetida por todos los ciudadanos británico)

Baldrick: Sí señor

Edmund Blackadder: Bueno, Baldrick creo que tendrá que esperar. Aunque seguro que era mejor que el de hacerme pasar por loco. ¿Quién iba a notar a otro loco en medio de todo esto?

(Inmediatamente después se inicia el ataque que acabará con sus vidas y con el que finaliza la serie)

 
La serie que más me ha hecho reír acaba con un final redondo y rotundo. La Víbora Negra siempre fue un clásico, ese final lo convirtió en algo más. En una serie histórica. Un milagro made in british.
 
PD. Siempre recomiendo ver las películas, series en versión original. En esta ocasión es im-pres-cin-di-ble. Hay muchos chistes con juegos de palabras o con su sonoridad y para eso es necesario verla en inglés. Además el doblaje y la traducción en castellano deja mucho que desear.